LA CRISIS ACTUAL Y EL FUTURO DE LA
DEMOCRACIA COMO IDEA SOCIALISTA. (y IV)
La
participación directa en la gestión pública es, por naturaleza, democrática y
abierta. Su unidad, en el plano global, sólo puede ser sustentada por la más
amplia democracia política, que choca- dentro de los esquemas de la
constitución política – con el autoritarismo y la centralización burocrática
inherente al sistema. Sólo una democracia política, ejercida de forma integral,
directa y representativa, sobre la gestión del Estado y en la definición de sus
políticas públicas, es capaz de exponer la deshumanidad de las contradicciones
que separan, cada vez más, régimen democrático y capitalismo. Es un
desequilíbrio entre un régimen de acumulación (forzado por la especulación) y
la toma de decisiones públicas en el ámbito de la democracia tradicional (la
democracia de pura representación), lo que hace posible desigualdades cada vez
más graves, entre las clases sociales, internamente, y entre los estados
nacionales en la geoeconomia global.
Las
desigualdades también se dan entre escalas salariales internas de las empresas
y en las estructuras salariales del funcionariado estatal. Los salarios
elevados son diferencias de renta que también son apropiadas - a partir de sus
remanentes totales- para fortalecer los lazos del capital financero con esta nueva masa de
"rentistas dispersos por el mundo”. Sus privilegios hacen fluir partes de
sus ganancias por la criba del lucro financero, sistema con el cual pasarán a
identificarse.
Las
formas y los medios por los cuales las crisis serán solucionadas –ya sean
soluciones engendradas por la soberania estatal o por las agencias de riesgo –
es lo que determinará la correlación de fuerzas en el próximo período. Solo la
recuperación de la fuerza normativa y de la legitimidad política de los
principios del Estado democrático de derecho, transformados en políticas
públicas, es lo que puede generar un
centro aglutinador de poder para enfrentar –en la esfera de la política y de la
economía- una nueva receta neoliberal, si cabe mas autoritaria y elitista.
La crisis
ya enmendó la victoria del tatcherismo sobre la izquierda europea con el fin de la URSS; la crisis de las "sub-prime" con el
"euro"; la ocupación de Iraq con el fracaso del Presidente Obama; la
emergencia de Brasil en el escenario mundial con la "flexibilización"
de la social-democracia europea. Lo que puede, en este contexto, unificar
distintos matices de la "nueva" y de la "vieja" izquierda
-contra las políticas de decomposición de las funciones públicas del Estado- es
el ejercicio, por el Estado, de políticas antagónicas a las dictadas por las
agencias privadas, que hoy orientan las políticas de los Estados y son
responsables de la crisis. No es el derrumbe del Estado, sino su defensa
para el establecimiento de un nuevo orden, lo que está en el orden del dia,
pues quien promueve, hoy, la destrucción acelerada del Estado social de Derecho
es el neoliberalismo.(1)
Las
demandas de los movimentos sociales que luchan por el agua, por la defensa de
sus culturas, de sus tierras, del ambiente natural protegido de la lógica
mercantil; las luchas por la inclusión educacional, por el derecho al trabajo
productivo o “improductivo” (sea pensado para la recuperación de la naturaleza
depredada o para el cuidado de las personas mayores o los niños); las luchas
para mejorar la prestaciones sociales del Estado; las luchas de los
trabajadores por sus derechos económicos; las luchas democráticas por la
transparencia y por la ética pública, no tendrán resultados prácticos ni
estimularán la defensa de los valores democráticos si no tienen resultados en
la vida cotidiana de las personas subyugadas por la ideologia del mercado.
Para que
eso pueda ocurrir, no obstante, es preciso sustraer al Estado de la tutela del
capital financiero, que agota su capacidad de financiar políticas públicas de
dignificación de la vida comun. Ello no ocurrirá ciertamente fuera de la
política, sea esta procesada en la sociedad civil, para interferir sobre la
gestión del Estado, sea esta intra-estatal, a saber, la que se procesa entre
las instituciones y agencias políticas, administrativas y financieras del
propio Estado. La integración, por tanto, de las "luchas sociales"
con las "luchas políticas" tradicionales, promovidas por las
izquierdas modernas y pos-modernas, debe estar basada en una agenda común, que
luche por la recuperación de las funciones públicas del Estado.
Estas
luchas pueden y deben ser llevadas a cabo, igualmente, a partir de los
gobiernos, mas no surtirán efectos sin que haya una confrontación política y
cultural, que tenga diversas raíces en el escenario global. Sea a través de
eventos como el Fórum Social Mundial, sea por manifestaciones puntuales, como
las de los indignados españoles y de los rebeldes de Wall Street; o a través de
avances como las reformas del neo-constitucionalismo boliviano, como una tarea
de compatibilizar modos de vida secularmente arraigados y "arcaicos"
- tanto desde el punto de vista del capitalismo, como del socialismo (por
razones diferentes) - con la república, la modernización productiva y la
agregación de valor.
En otro
lugar de estas luchas, pero caminando en la misma dirección, están las
elecciones periódicas en las democracias capitalistas más avanzadas, como las
francesas. Son estas las que tienen
potencia para –en el centro del Estado- tanto dar sustentación, como
desarrollar contrapuntos al neoliberalismo. Los gobiernos nacionales,
regionales y locales, que se oponen a la “tutela griega” pueden, juntamente con
los movimientos sociales, los partidos de izquierda y de centro democráticos
anti-neoliberales, consituirse en “agentes” del próximo período de luchas, al
modo de Brasil en América del sur.
La
"confianza" de los inversores en Brasil –me refiero a los inversores
de la especulación financiera- es la confianza del “señor” sobre el “esclavo”:
el “señor” sabe que un “esclavo” no tiene otras salida por el momento que
continuar sometido. Aunque nuestro pais tenga iniciado un nuevo modelo
económico para reducir los efectos de la dominación de los bancos y de las
agencias privadas sobre nuestra economia, sabemos que el desenlace de este
proceso no es, nunca, exclusivamente nacional. Su resultado, o es victorioso
también en el espacio político global, o será derrotado.
Si los partidos de izquierda en Brasil no reducen sus tasas de pragmatismo y no empujan para esta nueva etapa estratégica -que deberá ser enfrentada por nuestro Estado Democrático y sus instituciones políticas- todo lo que ya obtuvimos podrá ser perdido. El fortalecimento democrático, financiero, político y defensivo-militar del Estado brasileño (combinado con políticas de combate de las desigualdades sociales y regionales ) es una gran contribución que nuestro pais puede darle al mundo para una salida de la crisis mundial diferente a la de la tragedia griega
Tarso Genro
(1) Una tercera
característica diferenciadora del neoliberalismo ha sido su éxito. El
liberalismo del siglo XIX estaba asediado por todas partes por las relaciones
de propiedad précapitalistas, por los aranceles imperiales y por un movimiento
socialista en auge. En contraste, desde el fin de la Guerra Fría, la hegemonía
del neoliberalismo ha sido casi universal y prácticamente todos los partidos
gobernantes mostraron su adhesión; el término globalización tuvo que
acuñarse para denominar el mismo conjunto de políticas a escala
internacional. (WATKINS, Susan. Arenas Movedizas. In: WATKINS, Susan (Org.)
New Left Review. Madrid: Akal, 2010,
p. 8)
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