Leire Zarain es una joven activista del movimiento 15M, militancia que comparte con su adscripción a otras formaciones de la izquierda organizada. En esta entrada reflexiona sobre las dinámicas del movimiento, desde su experiencia personal, y defiende finalmente la estrategia de “suma de fuerzas” para combatir el neoliberalismo imperante.
Ha pasado un año desde aquel sábado de mayo en el que una serie de colectivos y plataformas convocaron una manifestación en Madrid bajo el lema “No somos mercancía en manos de políticos ni banqueros”. Aquella manifestación dio comienzo al que ha sido uno de los mayores movimientos sociales de la historia más reciente de España, el 15M.
Por aquellas fechas escribí un artículo analizando en base a mi experiencia personal la participación de la juventud tanto en estructuras organizadas como en el 15M. En aquel momento yo cursaba mi último año de carrera e hice lo posible por compaginar mis estudios con la participación tanto en las organizaciones en las que venía militando previamente como en el grupo de Salud de Sol y en la asamblea de mi barrio del 15M, así como de forma más esporádica en otras asambleas. Sin embargo, una vez terminada mi etapa universitaria y por motivos laborales, mi participación se ha ido viendo progresivamente mermada.
No sé hasta qué punto mi experiencia personal puede resultar interesante, al tratarse de una situación muy particular no extrapolable a la mayoría de participantes del 15M. Por ello, procuraré hacer hincapié en los aspectos que tengan una implicación más generalizada.
Al volver la vista atrás, cuesta asimilar que ya hace más de un año de aquel #tomalaplaza. Muchas cosas han pasado desde entonces, incluyendo la celebración de elecciones municipales, autonómicas y generales, así como la aplicación de sucesivos recortes. Mucha gente se preguntó, y aún se pregunta, por el efecto que el 15M pudo tener sobre el voto de las personas. Pese al gran impacto que ha tenido el movimiento a muchos niveles, los resultados electorales a nivel de participación y fuerzas más votadas no han cambiado significativamente, aunque sí se ha apreciado cierta tendencia al voto a partidos minoritarios, como símbolo de protesta contra el bipartidismo imperante, uno de los principales frentes del 15M.
A medida que pasaba el tiempo, crecía la inquietud general por lo que pudiera pasar durante los meses de verano. ¿Iba a morir el movimiento? Las vacaciones estivales se convirtieron en una prueba de fuego. Y coincidieron con la toma de una de las decisiones más difíciles que los participantes del 15M hemos tenido que afrontar, y que más debates ha supuesto: ¿había que levantar la #acampadasol? Tras numerosas votaciones tanto en las asambleas de los barrios como en los grupos de trabajo y en la Asamblea General de Sol, se llegó a la decisión de “desacampar”. Los que apoyaban esta decisión se basaban en argumentos de higiene y salud pública, ya que la precariedad de las instalaciones que componían la acampada no las hacía idóneas de cara al caluroso verano madrileño. Los detractores en cambio argumentaban que mantener la acampada era vital ya que se había convertido en el símbolo del movimiento 15M.
A la par tuvieron lugar diversos acontecimientos, como el traslado parcial de la #acampadasol a municipios de la periferia de Madrid, o la #marchaindignada que inició su andadura en verano y llegó a Bruselas ya en otoño para plantear sus reivindicaciones.
Por si fuera poco, en agosto tuvo lugar en Madrid la Jornada Mundial de la Juventud. Cientos de miles de peregrinos invadieron las calles de la ciudad, “tomando” parques y plazas, en esta ocasión con el beneplácito de la policía. Los acontecimientos se tensaron especialmente cuando por orden de Delegación de Gobierno, se optó por cerrar al público la estación de metro de Sol durante la JMJ. Pero sin duda el momento cumbre lo constituyó el día de la marcha laica, que debía desembocar en Sol, y que fue detenida en la calle Carretas por la policía. Los peregrinos, equipados con sus mochilas y camisetas de la JMJ, pasaban impunemente el control policial y deambulaban por la plaza ante la mirada atónita de los cientos de personas, tanto manifestantes como vecinos que vivían en la plaza y querían acceder a su domicilio, que se agolpaban en las entradas a la plaza sin poder moverse. Aunque algunos medios de comunicación intentaron criminalizar al movimiento por lo acontecido durante la marcha, los que asistimos a la misma podemos corroborar que no se buscó ni se produjo un enfrentamiento frontal con los peregrinos ni mucho menos. Es más, a medida que pasaban las horas, se fueron organizando asambleas en las que participantes del 15M debatían con algunos peregrinos acerca de los motivos de la marcha, todo ello en un clima pacífico y de diálogo.
Como puede deducirse de lo narrado, el verano no fue tranquilo ni mucho menos. Y quizás por ello, el movimiento no perdió fuerza. Es más, con el anuncio del anticipo de la cita electoral, la actividad se intensificó. Podían identificarse varias posturas dentro del movimiento. Algunos optaban por el apoyo a partidos minoritarios en cuyos programas electorales quedaban recogidas numerosas propuestas que también compartía el movimiento 15M. Otros defendían una postura abstencionista, volviendo al #nolesvotes y haciéndolo extensivo a todas las formaciones políticas, ya que argumentaban que esa era la forma de mostrar su rechazo frontal frente a la corrupción de la clase política y frente al bipartidismo imperante en el sistema electoral español. Esta postura defendida a ultranza por un sector significativo del movimiento dio lugar a enfrentamientos internos entre los propios participantes del 15M, ya que no todos éramos partidarios de meter en el mismo saco a toda la clase política, y sobre todo no queríamos caer en el fácil discurso de la derecha mediática de criminalizar a los políticos para así ejercer de cortina de humo y desviar la atención de las entidades financieras y los mercados, verdaderos responsables de esta crisis.
En cualquier caso, las elecciones se celebraron y la derecha conservadora obtuvo su mayoría absoluta más holgada en toda la historia de la democracia, lo que de nuevo hace plantearse hasta qué punto ha sido influyente el movimiento 15M en la sociedad.
Una de las primeras medidas adoptadas por el Partido Popular una vez se hizo con el Gobierno del Estado, fue la inclusión en el Código Penal con pena de cárcel de la resistencia pacífica, que tanto ha caracterizado al movimiento 15M, así como el endurecimiento de las leyes represivas de convocatorias sociales. Obviamente estas medidas no han favorecido la continuidad del funcionamiento de las Asambleas. No obstante, muchas de ellas siguen funcionando, si bien el número de participantes en las mismas ha ido disminuyendo a lo largo de los meses.
En mi caso, mi participación en las asambleas se ha ido reduciendo progresivamente, inicialmente por mis estudios, y después por mi situación laboral. Quizás podría haber sacado tiempo para mantener una participación algo más regular, pero a la hora de elegir entre la militancia en las estructuras formales en las que venía militando desde hace años, o en en las asambleas del 15M, opté por la primera, porque en momentos como el actual, inmersos en una de las peores crisis económicas y sociales que ha atravesado el país, estimé más útil y productivo el trabajo sacado adelante por parte de sindicatos, partidos y otras organizaciones sociales de la izquierda transformadora. En mi opinión lo ideal habría sido que el movimiento 15M uniera sus fuerzas con las de las organizaciones que comparten el mismo caballo de batalla: la lucha contra un sistema socio-económico injusto que no hace sino incrementar las desigualdades sociales cada día más. Pero siempre que hemos intentado aunar fuerzas, ciertos sectores del 15M no sólo no han apoyado a estas organizaciones, sino que además se han opuesto a ellas y las han atacado, en ocasiones adoptando argumentos de la “caverna mediática” para desacreditarlas. Y este enfrentamiento interno ha hecho que muchos de los que han venido participando en el movimiento, hayan optado por desvincularse del mismo, cansados de ser criticados y rechazados en numerosos espacios.
Pese a mi reducida disponibilidad, mi intención es mantener la participación en ambas esferas, la de las organizaciones sociales formalmente constituidas, y la de las asambleas del 15M. Sin embargo, siendo realistas, es posible que tenga que decantarme por una de las dos, y lo más probable es que lo haga por la primera. Teniendo en cuenta los acontecimientos actuales, tengo la impresión de que son las organizaciones sociales las que tienen mayor capacidad organizativa y de convocatoria de cara a emprender acciones cuyo fin sea la consecución de un sistema socio-económico más justo, en el que las personas sean las protagonistas, y no meros peones del juego del Capital. La importancia de lograr el mayor apoyo social posible para respaldar estas acciones es indiscutible, y ahí entra en juego el 15M. Es cierto que el 15M no es un movimiento uniforme y que cada asamblea es un mundo, por estar compuesto el movimiento por personas muy diferentes entre sí y que muchas veces no tienen una clara conciencia de grupo. Quizás esto se deba al individualismo imperante en la sociedad actual y que también se respira dentro del movimiento, como puede deducirse a partir de la ya conocida negativa de muchos de los “quincemeros” a vincularse a ninguna ideología concreta o alinearse con ninguna estructura ya existente. Sin embargo, y pese a los múltiples encuentros y desencuentros que se han podido producir, caminar de la mano debe seguir formando parte de nuestros planes, porque el poder de movilización del espíritu 15M, como canalizador del descontento social, es un hecho.
Leire
Zarain
No hay comentarios:
Publicar un comentario