miércoles, 12 de diciembre de 2012

La responsabilidad de nuestra izquierda. Por Manolo Gamella


Como aquel espectro al que aludían Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, una pregunta fundamental recorre (o debería recorrer) ahora el mundo de la izquierda radicalmente transformadora: si nuestros objetivos son justos y favorecen a la inmensa mayoría ¿cómo es que no conseguimos el apoyo mayoritario que necesitamos para realizarlos?

Aclaremos de entrada que no me refiero sólo al apoyo en movilizaciones y luchas, que suponen costes y riesgos personales sino, todavía más, al mínimo compromiso del voto universal, libre y secreto en países con elecciones abiertas como el nuestro.

Podemos y debemos darle muchas vueltas a esta pregunta, pero creo que todas ellas confluyen en una dura constatación: no disponemos aún de un proyecto lo bastante consistente como para convencer a una mayoría social de su conveniencia y viabilidad. No se trata de un manual esquemático, ni de una amalgama de deseos, sino de un conjunto de propuestas políticas que puedan desarrollarse paso a paso ante las situaciones reales, orientadas a objetivos claros, y abarcando de manera coherente todos los aspectos del funcionamiento de una sociedad compleja e interconectada.

Hubo un tiempo, en el pasado siglo, en que el triunfo de la revolución rusa pudo suponer la posibilidad de contar con la evidencia de un proyecto así realizándose. Cuentan que John Reed (el autor de Diez días que estremecieron al mundo) regresó de allí diciendo: “he visto el futuro, y funciona”. Pero Reed se equivocaba, el proyecto soviético fracasó, y su derrumbe final nos dejó en la obligación de construir uno nuevo, aprendiendo de esa experiencia y de otras, pero sin el soporte de una prueba aplicable y en marcha. En los difíciles tiempos de la dictadura afrontábamos una lucha “por lo que era evidente”, ahora en cambio tenemos que afrontar la dificultad de luchar por cuestiones que, aun siendo evidentes en su necesidad, la que los propios ciudadanos manifiestan, no lo son en sus soluciones.

Quedarnos en la constatación de los medios y estrategias con que el capital privado obstaculiza nuestros pasos, nos deja con la triste justificación de quien culpa de sus tropiezos al empedrado. Las fuerzas adversas son datos objetivos con los que contar en nuestras propuestas, que tienen que prever mecanismos organizativos y técnicos (en el más amplio sentido) para hacerlas viables, incluidos los medios para comunicarlas y promoverlas eficazmente entre los ciudadanos. También los posibles acuerdos con las opciones políticas de otras fuerzas que nos permitan avanzar.

Plantear así nuestro reto nos sitúa en la buena posición para abordarlo: la pelota está en nuestro tejado, manejarla bien es ahora la principal responsabilidad de nuestra izquierda.

Manolo Gamella