Crisis,
Ajustes Presupuestarios y el Modelo Local Español (III).
Las corporaciones locales,
al borde del precipicio
La crisis económica que arrancó
en 2007 como crisis financiera y bancaria estalla en España en el verano de
2008. En nuestro caso, la crisis da lugar de manera inmediata al desplome de la
actividad inmobiliaria provocando en los municipios españoles una disminución
media del 63% de los ingresos provenientes del sector inmobiliario y, en
consecuencia, un incremento de la deuda y del déficit. Estos enormes volúmenes
de déficit y deuda dan lugar una situación de insolvencia a la que la FEMP pone
cifras: en 2011 más del 40% de los municipios españoles declaran su incapacidad
para hacer frente a sus gastos. Según datos del Ministerio de Economía y
Hacienda, el 80% de los municipios madrileños tenían déficit estructural en el año 2009.
La financiación local en la actualidad
La financiación local es, en estos momentos de crisis, es un tema
de trascendencia fundamental debido, sobre todo, a sus consecuencias sobre el
empleo y los servicios que reciben los ciudadanos. A pesar de ello, ha sido
históricamente aplazada su consideración como elemento estratégico de la
financiación del conjunto de las administraciones públicas.
La Constitución española consagra (titulo VIII capítulo II) la autonomía de
las corporaciones locales y garantiza su suficiencia financiera para el desempeño
de sus funciones. Pero en 34 años, la Administración local ha sido la gran
olvidada dentro de las administraciones del Estado español. Según la
distribución del gasto público del año 2010, el Estado y la Seguridad Social
asumían el 51%, las comunidades autónomas el 36% y los municipios solo el 13%,
muy lejos de la media de la zona euro, que alcanza el 24,8%. Llama la atención
que en un Estado tan centralista como el francés, se alcanza un gasto del 22%.
Otros, como Suecia o Finlandia, superan el 42%.
A la insuficiencia financiera
histórica de los municipios debemos de sumar unos gastos que han crecido a un
ritmo importante para dar respuesta a las nuevas demandas ciudadanas, en
algunos casos asumiendo competencias o funciones no obligatorias o impropias.
Esta asunción de funciones fue impulsada en los años noventa por la presión
ciudadana en una coyuntura económica favorable derivada de los ingresos
extraordinarios dependientes del sector inmobiliario.
Ante la falta de una financiación adecuada, los municipios
españoles buscaron alternativas y la encontraron en el boom inmobiliario
iniciado en la segunda mitad de los años noventa y que alcanzó su momento
álgido entre los años 2001 y 2007.
Para
los municipios el sector inmobiliario supuso una fuente de ingresos que parecía
inagotable. La venta de terrenos municipales, dispararon los ingresos
municipales, esto permitió a los municipios disparar la inversión en
infraestructuras, crear servicios e incrementar la contratación de personal.
Además, como los principales tributos locales –Impuesto sobre Plusvalías, IBI,
ICIO o Tasas y Licencias Urbanísticas –, se aplican sobre la vivienda, la
recaudación se disparó a niveles inimaginables haciendo olvidar a los gestores
municipales que eran ingresos coyunturales y por tanto, en algún momento verían su fin. Llegado el
momento y, aunque es cierto que muchos alcaldes y concejales no habían conocido
otro modelo de financiación, el principal reto de los alcaldes es el de pagar
las nóminas.
En la Comunidad de Madrid la venta de terrenos creció el 61% entre los años
2001-2008. Si acercamos la lupa a los municipios con poblaciones superiores a
los 50.000 habitantes, observamos que la venta de terrenos aumentó un 169%.
Ante tal opulencia recaudatoria, las corporaciones locales se lanzaron a
hacer todo tipo de obras (algunas útiles, otras absurdas) y a incrementar las
plantillas municipales para ofrecer nuevos servicios a los ciudadanos. Algunos
alcaldes, incluso, han ido más allá y no solo no se han dado cuenta de que dejarían
de recaudar esos ingresos, sino que han pensado que se incrementarían con
el tiempo y no han dudado en continuar promoviendo políticas expansivas
recurriendo a un endeudamiento que ya se
había adelantado a la crisis. Otros municipios entraron en competición con
localidades vecinas en la construcción de grandes infraestructuras cuyo coste
estaba muy por encima de sus posibilidades. Vaciadas sus arcas, lo primero que
hacen las corporaciones locales es dejar de pagar a los proveedores,
posteriormente los servicios de abastecimiento como la electricidad, el
teléfono y, a continuación, la Seguridad Social. Para el final y, ante la
imposibilidad de pagar las nóminas, se reservan la medida más impopular: los
despidos. De una u otra manera, al final son los ciudadanos quienes dejan de
recibir los servicios.
La deuda de las corporaciones
locales madrileñas se dividen en deuda bancaria y deuda comercial o con
proveedores, la primera les permitió en los últimos años recurrir al crédito de
las entidades financieras para poder seguir financiándose y compensar la
pérdida de ingresos corrientes y de esta manera garantizar el pago y la gestión
de los servicios municipales; y la segunda es la contraída con las empresas proveedoras de servicios, como
son la limpieza viaria, recogida de
basuras, la jardinería, la limpieza de edificios públicos o la ayuda a
domicilio. Esta deuda tiene un volumen menor, pero sus consecuencias son más
graves, dado que las empresas prestatarias en muchos casos son pequeñas o
medianas, que carecen de los suficientes recursos financieros para soportar
durante mucho tiempo la morosidad de las corporaciones locales. Como
consecuencia de esta morosidad, miles de empresas han cerrado o han tenido que
despedir trabajadores.
Plan de Pago a Proveedores
El
Gobierno del Estado, en el mes de febrero,
promulgo dos Reales Decreto Ley donde
establecía un plan de pago a
proveedores, que simplificando mucho lo
que hacía era convertir deuda comercial
de las corporaciones locales en deuda
bancaria, para de esta forma poder atender las obligaciones por deudas vencidas
con proveedores y contratistas. Para ello, obligaba ha suscribir préstamos con entidades
bancarias, a un tipo de interés cercano al 6%.
Cada municipio que se sumara a la operación de préstamo
debería de presentar un Plan de Ajuste,
que garantice en un periodo de 10 años su devolución con 2 años de carencia.
Posteriormente este Plan de Ajuste debe ser aprobado de manera favorable por el
Ministerio de Hacienda y
Administraciones Públicas.
El Plan de Ajuste debe de recoger medidas tanto por la parte de
los gastos como por la parte de los ingresos, y como consecuencia de la
modificación del artículo 135.3 de la
Constitución y de la Ley de Estabilidad Presupuestaria, todas las Administraciones
Públicas tendrán como prioridad de gasto el pago de la deuda y control de
déficit.
Esto lleva a las corporaciones locales a priorizar el pago de la
deuda y los intereses sobre cualquier otro gasto, ya sean nóminas de sus
trabajadores o servicios prestados a la ciudadanía, por tanto podemos afirmar
que nos encontramos ante una intervención de las corporaciones locales por
parte del Estado.
Aquellas corporaciones locales, que por su volumen de deuda con
proveedores, hayan visto rechazado o no hayan presentado Plan de Ajuste por
parte del Ministerio, a partir de septiembre de 2012, verán reducida las
aportaciones del Estado, entre un 25% y 50% hasta que hayan satisfechos sus
deudas.
En
la mayoría de los casos el gran “bocado” se producirá en el gasto de personal a través de rebaja de
salarios, eliminar la acción social, gratificaciones, horas extraordinarias, no
reposición de efectivos, etc. Además de la eliminación o mayor externalización
de servicios públicos, que hasta ahora han venido prestando las corporaciones
locales, pese que legalmente no tenían competencias ni financiación para su
realización.
Manuel Llorente Palomares
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