De Catalunya,
Andalucía y la diversidad de capitalismos en España. Respuesta agradecida a
José Luis López Bulla.
Carlos Arenas Posadas es catedrático de historia económica en la
Universidad de Sevilla. Esta entrada, extraída del blog colectivo en el que
colabora, forma parte del debate cordial y amistoso que mantuvo con José Luis
López Bulla ( fundador de CCOO y durante varios años Secretario General de la
Comisión Obrera Nacional de Catalunya ) acerca del proceso soberanista en
Catalunya, en el marco de la movilización del pasado once de septiembre. Se
trata de un punto de vista desde el sur y desde la izquierda que escapa del
relato canónico que rodea esta temática, ya sea desde el nacionalismo catalán o
del español.
Querido José Luis:
Aunque no lo escribí yo, hago mío el contenido de las líneas que aparecen
en la entradilla a mi intervención en el blog que titulé “la burguesía nos
conduce al paraíso”. En ella se ponía de mi cosecha que cuando oigo nación,
nacionalismos, los nacionales, se me desestabilizan los nervios. Convendrás
conmigo que, sin otros matices, algún tipo de prevención y miedo producen esos
términos, y a la historia me remito. Son términos que encierran un más o menos
soterrado grado de exclusividad, de privilegio, de violencia; legitiman con
ideales holísticos, intereses muy particulares. Y no lo digo porque lo haya
leído; también donde vivo abomino de un nacionalismo menor, de vía estrecha,
pero no menos retrógrado y potencialmente agresivo: el sevillanismo.
Yendo a los matices, me hablas de otra Cataluña, de otros catalanes. No
hace falta que me convenzas. Te contaré: yo obtuve la licenciatura de Historia
en la universidad de Barcelona, allá por los primeros años setenta. Formaba
parte de un grupo de estudiantes sevillanos y andaluces que escapábamos de la
“burricie” de las universidades locales. Como alumnos libres que éramos,
sólo acudíamos a los exámenes; un tiempo más que suficiente para aprender
mucho, sin embargo. De la mano de nuestro amigo y profesor de aquella Carlos
Martínez Shaw tuvimos largas charlas con profesores como Fontana, Nadal,
Termes, con Manolo Vázquez Montalbán, con dirigentes del PSUC, de Bandera, de
CCOO, de las asociaciones vecinales de Tarrasa, Sabadell, Hospitalet, etc. No
he aprendido en mi vida tanto en tan poco tiempo. Eran una bocanada de aire
fresco la que recibía por la amplitud de sus análisis, y también un ejemplo
vivo de algo que faltaba en el sur: coraje cívico. Transmitían algo que a
nosotros nos parecía lejano: que era posible acabar con el régimen, que un
estado de libertad plena e igualdad social era posible. Tú estarías ya por
allí, y hasta es posible que nos presentaran.
Hace años que una hija mía emigró como tú a Barcelona; como tú está
plenamente integrada en la sociedad catalana, o por lo menos en esa parte de la
sociedad catalana que mira más a las personas que a las banderas. Voy de
vez en cuando a visitarla y aún busco en el ambiente de la ciudad, en sus
gentes, una parte de lo que entonces había experimentado. Qué te voy a
decir que no sepas: me resulta cada vez más difícil encontrarlo. Este verano,
además, he pasado diez días en el Alto Bergadá, junto a los Pirineos. No
he disfrutado del calor humano que percibía hace cuarenta años en Sabadell o en
Cornellá; sí, en cambio, he percibido rechazo (rechazo o falta de respeto
que según me dices tú también percibes de algunos nacionalistas. Esperemos que
todo acabe ahí). Muchos balcones exhibían señeras estrelladas; para ellos ya no
es la sociedad libre e igualitaria la que se aproxima, sino la independencia.