3.2 Gobierno
local
La
externalización se está introduciendo a gran escala, lo que estimula una mayor
corrupción. Los gobiernos locales han externalizado muchas de sus funciones de
modo bastante general. Esto incluye recogida de residuos, donde los contratos
han sido objeto de corrupción sistemática de largo alcance en gran número de
países, incluyendo Italia y los Estados Unidos.
Por ejemplo,
el Estado de Malawi introdujo la denominada “nueva gestión pública” asesorado
por instituciones internacionales, en la creencia de que ello impulsaría la
rendición de cuentas, la transparencia, y el buen gobierno. En la práctica ha
creado un campo abonado para la corrupción en el nivel del gobierno local, como
consecuencia de una mayor externalización, desconcentración, pago de servicios,
“colaboración público-privada” (public-private partnerships –PPPs-), y
discrecionalidad en el gasto sin rendición de cuentas. Los contratos públicos
fueron adjudicados a los altos funcionarios y concejales y a sus parientes y
amigos, incluso si el servicio no era necesario. Los ediles emplearon la
descentralización como excusa para retribuirse a si mismos por los mayores
gastos, o sencillamente para la malversación de fondos. Los pagos por servicios
fueron considerados como ingresos personales, a modo de sobornos, y se usaron
como pretexto para presionar por tales sobornos. Las fórmulas de “colaboración
público-privada” se configuraron como
redes a partir de las cuales facilitar información privilegiada sobre los
contratos.
Los
gobiernos locales son también vulnerables a la corrupción por las empresas
multinacionales. La mayor empresa multinacional de EEUU en el comercio
minorista está procesada en varios casos y son muchas las investigaciones sobre
corrupción del gobierno local y sus funcionarios para conseguir ventajas
comerciales. De acuerdo con el New York Times:
“Wal-Mart
de México había orquestado una campaña de soborno para controlar el Mercado. En
su carrera por construir almacenes la compañía había pagado sobornos para conseguir
licencias en prácticamente cada esquina del país ” [1]
La
influencia de las empresas farmaceúticas sobre el proceso político es
perceptible a nivel global y nacional. Ello tiene un impacto directo sobre los
servicios de salud. El efecto es desviar grandes sumas de dinero desde los
presupuestos públicos de sanidad, y quebrar el proceso democrático de toma de
decisiones.
A nivel
general, la multinacional GSK convenció a la Organización Mundial de la Salud para declarar que la
gripe aviar había alcanzado el nivel de pandemia –incluso cuando las propias
reglas de la OMS no
lo justificaban- y recomendar el uso de la vacuna Tamiflu como la mejor forma
de prevención. Ello llevó a muchos países a comprar enormes cantidades de la vacuna,
fabricada únicamente por GSK. En algunos casos se gastó del 1% al 3% de sus
presupuestos nacionales de salud para comprar la vacuna. La OMS había sido asesorada por
personalidades con conexiones e intereses económicos con GSK.