El fallecimiento de Santiago Carrillo representa un tiempo que termina. La conclusión de un largo siglo XX corto que se ha prolongado más allá de lo que las previsiones de esperanza de vida adelantaban en una figura que recorre el siglo XX español, con sus profundos desgarros y cruciales acontecimientos históricos, y que ha alcanzado a ver en los inicios del XXI el principio del fin de la configuración política y económica que ha marcado todo ese gran periodo. En el periplo vital de Carrillo, efectivamente, se comprime todo un ciclo.
Era, sin duda, una personalidad poliédrica. En todos los comentarios que se han hecho sobre él está la verdad, en los elogiosos, en los de cortesía, en los de conveniencia, en los críticos y en los equidistantes. Nunca hay una única verdad. Es la vida misma. Como no está exenta de contradicciones la trayectoria política del comunismo español que corre en paralelo a la vital del personaje.
No sabremos exactamente a qué orientación se adscribiría Carrillo ante el profundo cambio en la contienda política que se va a producir en el futuro, que ya estamos viviendo. Pero podemos intuir que su manera de hacer hubiera encajado bien con las nuevas formas de la política. La política de hoy y en mayor medida la que viene es la de los medios de comunicación de masas y las redes sociales. La de tomar rápidamente decisiones que exigen sentido de la coyuntura. La del corto plazo, la de la inmediatez de las exigencias que resolver.
Hasta dónde las decisiones que tomó el PCE en la primera transición, celebradas por unos y denostadas por otros, respondían al interés general del país o al electoral a corto plazo es uno más de ese tipo de dilemas sin respuesta. Es claro que en Carrillo la Política con mayúsculas y la política con minúsculas eran una sola cosa. Es posible que no pueda ser de otra manera. Se hizo lo que se debía hacer y lo que no había que hacer. La forma española del compromiso histórico o la transformación en un partido electoral. Un táctico con ambiciones personales y dispuesto a cualquier acuerdo con el fin de satisfacerlas o la pasión revolucionaria de un singular protagonista de la Historia. Las dos caras de una realidad siempre compleja y contradictoria.