El debate de la
izquierda transformadora hoy.
Hace unas pocas fechas, en las páginas digitales de nueva tribuna.es, José Luis Centella,
secretario general del PCE y dirigente federal de Izquierda Unida, realizaba
una reflexión sobre las tareas de la
próxima asamblea federal de IU. Me tomo la libertad de aprovechar la brecha por
él abierta y avanzar algunos pasos con la voluntad de contribuir también a la “reflexión
amplia y colectiva” de la que sin duda
tenemos necesidad todos y todas los que
entendemos que de una correcta orientación de IU –de sus análisis y de su
programa y propuestas; de su unidad y, desde luego, de su capacidad de conexión
con esa mayoría social a la que se refiere Centella- depende en muy buena
medida que esta etapa no se salde con una desarticulación de las capacidades de
lucha de los sectores populares (la indignación y la movilización sociales sin traslación política
desembocan en impotencia y resignación, ya lo hemos visto otras veces) y una
consolidación para largo de las políticas empobrecedoras y antidemocráticas que
vienen desplegándose pero que podemos prever están lejos todavía de haber
descargado toda su capacidad de agresión.
En su artículo, Centella vuelve de diversas maneras a situar
como elemento de caracterización de la actual etapa política, la puesta en pie
de un proceso constituyente por parte del PP (aunque iniciado ya por el PSOE).
Y ello no desde la apertura de un proceso de esta naturaleza, sino “mediante
una nueva legislación y un nuevo sistema institucional”. La respuesta que el
autor propone para ser asumida por IU es que “denunciemos las intenciones de la
derecha de desarrollar cambios sin abrir un proceso constituyente” y “exijamos
que se abra ese proceso con transparencia y participación de la ciudadanía”.
A mi modesto parecer, el análisis –un proceso constituyente
clandestino- y la propuesta –un proceso constituyente público- no contribuyen a
superar esos debates “vacíos de contenido y testimoniales” a los que se refiere
con acierto Centella como dinámicas a reconducir si queremos influir realmente
en la autentica batalla.
Y ello por dos motivos principales. Ni la del 78 ni ninguna
otra constitución petrifican la realidad social. La dialéctica social continúa
y modula hasta modificarlo, directa o interpretativamente, cualquier texto
constitucional, según se aprecie este en una u otra etapa. Para aceptar esto no
hace siquiera falta ser marxista. Todo texto constitucional sufre
modificaciones, lecturas (tribunal constitucional) y desarrollos permanentes,
como por otra parte cualquier otro código legal básico (sea el civil o el
militar), resultantes de las mayorías políticas y las hegemonías ideológicas de
cada momento. La constitución española lo ha sido ya más de una vez (algunas
con motivo de compromisos internacionales) y cada modificación ha correspondido
al interés político de sus impulsores –el gobierno y las mayorías
parlamentarias de turno-. La última reforma recrea el consenso de PP-PSOE en
torno a la directiva europea de la estabilidad presupuestaria. Grave, muy
grave… pero no un nuevo texto constitucional. De conseguir una mayoría las
izquierdas sin duda que también introduciríamos –lo intentaríamos al menos-
modificaciones en la línea de nuestra propuesta de modelo social y
político.
Por tanto, si situar como elemento principal de la realidad
un proceso constituyente que vendría implementando la derecha resulta un tanto
ajeno a la general percepción, proponer que dicho proceso se convierta en público
–debemos suponer que con comisión redactora, mayoría parlamentaria holgadísima
y consulta a la ciudadanía – presupone, cuando menos, con una gran confianza,
que de su resultado saldría un texto con más derechos y libertades y con más
espacio para el desarrollo de políticas de igualación y progreso que los
recogidos y amparados por el actual. Otra cosa seria aventurerismo.
La verdad es que, del análisis de las tendencias e
inclinaciones sociales y de los resultados electorales, no me parece pueda concluirse
que la cosa vaya por ahí. Pero reconozco que puede haber datos e informaciones,
desde luego no conocidos, que avalen apuesta tan arriesgada en la que podemos
ir de la mano de extraños compañeros de viaje no precisamente de la izquierda.
Dejando, pues, de lado el debate sobre si nos enfrentamos o
no a un soterrado proceso constituyente, la próxima asamblea federal de IU , a
mi entender, sí debe profundizar en cuestiones que significan en lo concreto y
ahora, construir una alternativa al triste estado de cosas actual. Es decir: un
programa económico alternativo y creíble; una propuesta para Europa que supere
lo de “contra el neoliberalismo y de los pueblos” o lo de “más Europa”, para
entrar en posicionarse sobre el proceso en marcha y levantar nuestra propuesta
y, por supuesto, una consideración sobre el diseño institucional de España que
vuelva a situar a la izquierda como expresión federal de la ciudadanía
trabajadora y no de los territorios y sus administradores.
Esto, y una reflexión sobre una organización –IU- que
necesita una puesta a punto si quiere estar en disposición de ser valorada como
útil por esa mayoría social a que se refiere acertadamente el compañero
Centella.
CARLOS GUTIÉRREZ GARCIA-ALIX. Miembro del Consejo Político
Federal de IU.
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