¿Y DESPUÉS DEL BIPARTIDISMO, QUÉ? (IV)
¿A qué es debido este estancamiento?
En
nuestra opinión, el salto que ha dado IU en las expectativas corresponde a su
trabajo anterior, a su análisis y diagnóstico de la crisis. No hay que olvidar
ni minusvalorar que tanto la alerta sobre la incubación de la crisis como el
diagnóstico sobre su origen, IU lo venía realizando durante años, prácticamente en soledad, pero de forma
incansable se le decía a todo aquel que quisiera escuchar, si bien es cierto
que la respuesta social era similar a la que recibía Casandra por parte de los
Troyanos.
Consideramos,
en cualquier caso, que el diagnóstico y la valoración de la crisis por IU se ha
permeabilizado finalmente en la sociedad.
Esta
es una de las causas del crecimiento de IU, quizá la más importante o de mayor
peso, pero continuar machacando este clavo puede producir su estancamiento.
En
primera instancia, Izquierda Unida necesita extender no ya el diagnóstico de la
crisis, sino la salida, la alternativa, ser clave en la vertebración de las
alianzas sociales necesarias que asuman y apoyen una salida o superación de la
crisis por la izquierda.
En
segundo lugar, debe superar el hándicap
de su presencia territorial. Es tal la necesidad de acumular fuerzas para salir
de la crisis que si en mayor o en menor medida no se tiene implantación
institucional en todo el territorio resultará muy difícil proyectar la
credibilidad necesaria en las propuestas.
Y
finalmente, en paralelo, debe analizar, concretar, definir e interpretar el
fenómeno que hemos dado en llamar tercer partido.
Recordamos
que este tercer partido es un posible destino de los que abandonan el
bipartidismo, pero es mucho más que eso.
¿Qué características tiene el tercer partido?
Lo
hemos denominado como tercer partido por dos razones. En primer lugar, como
quiera que por su tamaño electoral presentaría una dimensión similar o superior
a la del PP o el PSOE. Y ¿por qué partido en lugar de espacio?, porque consideramos
que si bien no concurre a las elecciones sí opera realmente en las expectativas
del resto de partidos e interfiere en el propio sistema de partidos, generando
abstención o despertando apetitos de aventurerismo político.
Una
de las características fundamentales de este tercer partido es su configuración
preferente alrededor de la antipolítica. Este rasgo constitutivo muestra su
dificultad en generar alianzas sociales entre sectores golpeados por la crisis
con reivindicaciones corporativas y sectores hiperpolitizados con tendencia a
saltar de la reivindicación social a la política con demasiada rapidez. El
vector que actúa como punto de encuentro entre los dos sectores es el de la
antipolítica.
Por
su parte, ante el precipitado de descontento y desesperación que ha surgido
como consecuencia de la crisis, parte de la derecha política gobernante ha
hecho su propia lectura y se ha puesto a trabajar.
El
gobierno y sectores cada vez más amplios del PP no han resistido la tentación
de azuzar los vientos de la antipolítica: debate sobre el derecho de
manifestación, reducción del número de parlamentarios, recortes en la
financiación pública de sindicatos, partidos, ongs, provocación en
manifestaciones.
Este
discurso intenta construir un chivo expiatorio con la “clase política” para
esconder “las políticas”. Estas se justifican por si mismas en el “orden
natural de las cosas”, porque solo había una política posible y sensata antes
de la crisis y solo hay una política posible y sensata para salir de la crisis,
de nuevo, la neoliberal.
La
derecha realmente existente intenta reconducir a este tercer partido conforme a
sus intereses de clase, lo que nos recuerda el lema del maltratador de género,
“si no es para mí no será para nadie”. Prefiere apostar por el deterioro de la
política como arma de intervención -la única- de la que disponen las clases
populares para conquistar el poder. Ellos siempre tendrán el dinero, el poder
mediático y demás subterfugios para amenazar con escenarios de “o yo o el
caos”, es decir, gobiernos autoritarios que justifiquen la dictablanda, o
gobiernos de emergencia, de unidad nacional o coalición, más presentables en
sociedad. Recordemos que los últimos golpes de estado que por el mundo se han
dado o se han intentado han sido acompañados de una escenificación tecnocrática,
donde la política posible solo es una y “los políticos” quedan en situación de
cesantía.
Por
tanto, el deseo de que todo se desmorone siguiendo la falsa pulsión liberadora
de la destrucción creativa es una trampa tendida por el enemigo de clase.
Izquierda
Unida debe interpretar, interpelar y acompañar a este tercer partido desde el
rigor de la propuesta política, desde la generosidad de las alianzas sociales y
desde la paciencia radical. No debe caer en el oportunismo ni en el
aventurerismo político aún a riesgo de ser tachada de Casandra por los
Troyanos.
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