miércoles, 10 de octubre de 2012

¿Y DESPUÉS DEL BIPARTIDISMO, QUÉ? (IV)


¿Y DESPUÉS DEL BIPARTIDISMO, QUÉ? (IV)

 ¿A qué es debido este estancamiento?

En nuestra opinión, el salto que ha dado IU en las expectativas corresponde a su trabajo anterior, a su análisis y diagnóstico de la crisis. No hay que olvidar ni minusvalorar que tanto la alerta sobre la incubación de la crisis como el diagnóstico sobre su origen, IU lo venía realizando durante años, prácticamente en soledad, pero de forma incansable se le decía a todo aquel que quisiera escuchar, si bien es cierto que la respuesta social era similar a la que recibía Casandra por parte de los Troyanos.

Consideramos, en cualquier caso, que el diagnóstico y la valoración de la crisis por IU se ha permeabilizado finalmente en la sociedad.

Esta es una de las causas del crecimiento de IU, quizá la más importante o de mayor peso, pero continuar machacando este clavo puede producir su estancamiento.

En primera instancia, Izquierda Unida necesita extender no ya el diagnóstico de la crisis, sino la salida, la alternativa, ser clave en la vertebración de las alianzas sociales necesarias que asuman y apoyen una salida o superación de la crisis por la izquierda.

En segundo lugar, debe superar el  hándicap de su presencia territorial. Es tal la necesidad de acumular fuerzas para salir de la crisis que si en mayor o en menor medida no se tiene implantación institucional en todo el territorio resultará muy difícil proyectar la credibilidad necesaria en las propuestas.

Y finalmente, en paralelo, debe analizar, concretar, definir e interpretar el fenómeno que hemos dado en llamar tercer partido.

Recordamos que este tercer partido es un posible destino de los que abandonan el bipartidismo, pero es mucho más que eso.

¿Qué características tiene el tercer partido?

Lo hemos denominado como tercer partido por dos razones. En primer lugar, como quiera que por su tamaño electoral presentaría una dimensión similar o superior a la del PP o el PSOE. Y ¿por qué partido en lugar de espacio?, porque consideramos que si bien no concurre a las elecciones sí opera realmente en las expectativas del resto de partidos e interfiere en el propio sistema de partidos, generando abstención o despertando apetitos de aventurerismo político.

Una de las características fundamentales de este tercer partido es su configuración preferente alrededor de la antipolítica. Este rasgo constitutivo muestra su dificultad en generar alianzas sociales entre sectores golpeados por la crisis con reivindicaciones corporativas y sectores hiperpolitizados con tendencia a saltar de la reivindicación social a la política con demasiada rapidez. El vector que actúa como punto de encuentro entre los dos sectores es el de la antipolítica.

Por su parte, ante el precipitado de descontento y desesperación que ha surgido como consecuencia de la crisis, parte de la derecha política gobernante ha hecho su propia lectura y se ha puesto a trabajar.

El gobierno y sectores cada vez más amplios del PP no han resistido la tentación de azuzar los vientos de la antipolítica: debate sobre el derecho de manifestación, reducción del número de parlamentarios, recortes en la financiación pública de sindicatos, partidos, ongs, provocación en manifestaciones.

Este discurso intenta construir un chivo expiatorio con la “clase política” para esconder “las políticas”. Estas se justifican por si mismas en el “orden natural de las cosas”, porque solo había una política posible y sensata antes de la crisis y solo hay una política posible y sensata para salir de la crisis, de nuevo, la neoliberal.

La derecha realmente existente intenta reconducir a este tercer partido conforme a sus intereses de clase, lo que nos recuerda el lema del maltratador de género, “si no es para mí no será para nadie”. Prefiere apostar por el deterioro de la política como arma de intervención -la única- de la que disponen las clases populares para conquistar el poder. Ellos siempre tendrán el dinero, el poder mediático y demás subterfugios para amenazar con escenarios de “o yo o el caos”, es decir, gobiernos autoritarios que justifiquen la dictablanda, o gobiernos de emergencia, de unidad nacional o coalición, más presentables en sociedad. Recordemos que los últimos golpes de estado que por el mundo se han dado o se han intentado han sido acompañados de una escenificación tecnocrática, donde la política posible solo es una y “los políticos” quedan en situación de cesantía.

Por tanto, el deseo de que todo se desmorone siguiendo la falsa pulsión liberadora de la destrucción creativa es una trampa tendida por el enemigo de clase.

Izquierda Unida debe interpretar, interpelar y acompañar a este tercer partido desde el rigor de la propuesta política, desde la generosidad de las alianzas sociales y desde la paciencia radical. No debe caer en el oportunismo ni en el aventurerismo político aún a riesgo de ser tachada de Casandra por los Troyanos.


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