lunes, 8 de octubre de 2012


¿Y DESPUÉS DEL BIPARTIDISMO, QUÉ? (III).

Vaya por delante recordar que, como es sabido, nada es irreversible y el bipartidismo, a pesar de la tesis de su final, podría mutar y mutar hasta reencarnarse. Pero nuestra misión es encender la luz del análisis y clavar en el corazón la estaca de la propuesta política para acabar con este vampiro.

¿Hacia dónde se encaminan los electores que abandonan al PP y al PSOE?

Es complejo contestar a esas preguntas en estos momentos, pero no siendo adivinos y por los datos de las encuestas cabe aventurar que nos encontramos ante tres puertos de llegada:


La combinación de signos es al día de hoy lo que apreciamos como una  tendencia subjetiva. Es difícil establecer porcentajes y/o cantidades, solo es plausible proyectar tendencias, que no se deben confundir con estimaciones de voto.

Los que han abandonado el bipartidismo pueden dirigir sus pasos hacia alguna de las tres direcciones que se abren en el horizonte, la primera opción sería mantenerse en la abstención sobrevenida y no tradicional; la segunda, encaminarse hacia otros partidos;  la tercera, orientarse hacia el que llamamos “tercer partido”.

No contemplamos la posibilidad de retorno al bipartidismo, salvo que sucediera una nunca mejor dicho milagrosa recuperación económica o una dramatización bipartidista de la crisis, en forma de gobierno de coalición o de unidad nacional.

Es necesario llamar la atención sobre tres consideraciones previas que suponemos en la mente de todos.

La primera consideración está referida a Cataluña. En las próximas elecciones puede disminuir la abstención como consecuencia de la puesta en escena de los dos escenarios anteriores en versión catalana. Se dramatiza la independencia o no independencia como un escenario de no retorno y se presenta como condición “real” de salida de la crisis.

La segunda consideración está en relación con las elecciones vascas, en las que también puede disminuir la abstención. En este caso la  combinación de los dos escenarios dramatizados serán la consolidación del fin de la violencia, con lo que ello supone de incentivo de salida de la crisis, o la ensoñación de quedarse al margen.

La tercera consideración se vincula a las elecciones de Galicia, donde el juego electoral está marcado por una peculiaridad ya acontecida, el mapa bipartidista estaba roto por la irrupción del BNG, ruptura que se acrecienta con la aparición de nuevos actores por la izquierda y la escisión de este.

El escenario dramatizado sobre el que puede pivotar la estrategia electoral del PP en estas tres comunidades autónomas es una combinación contradictoria en sus propios términos. En efecto, este partido alienta dos mensajes enfrentados, por una parte, uno similar al utilizado por el PSOE en las elecciones autonómicas del 2011, cuando escondió a Zapatero: “..estos son unas elecciones autonómicas, etc, etc..”, y, por otro lado, amenazando con el caos de la ingobernabilidad, “..la alternativa a nosotros es la sopa de letras, o sea la ingobernabilidad….”

No obstante, los resultados de estas elecciones permitirán extraer algunas conclusiones extrapolables a la situación general, en mayor medida que en situaciones anteriores.

Ahora retomemos el hilo del análisis.

La primera opción que planteamos se relaciona con la abstención sobrevenida y no tradicional.

Los partidos tradicionales mantienen sus expectativas de recuperación entre “su” electorado abstencionista, y hacia ellos dirigen el núcleo de la argumentación. Este es el error de los que piensan que la crisis del bipartidismo es pasajera y volverá a recomponerse el mapa electoral, véase R. Jáuregui y otros.

La segunda opción sería la  reorientación de preferencias hacia los actuales minoritarios, Izquierda Unida y UPyD.

En el caso de Izquierda Unida, esta formación ha atraído un gran porcentaje de voto desde la últimas elecciones generales procedente de antiguos apoyos del PSOE que le han trasferido su voto o expectativa de voto sin recalar en la abstención.

Un indicador sería el cambio en la autoubicación ideológica, así como en el aumento del número absoluto de votantes que dicen recordar que han votado  a IU y que piensan votarla en las próximas elecciones.


Se observa que entre los votantes de IU los apoyos han crecido en la posición 3-4 y ha disminuido el peso de la 1-2. Dicho de otra manera, los nuevos votantes de IU (coincide con su crecimiento) se autoubican en cantidad significativa en el 3-4, posición más centrada de la izquierda. Lo cual no es una mala noticia “electoral”, pero aumenta la responsabilidad de IU y hace más compleja la elaboración de su discurso al tener que dirigirse a un electorado más amplio y variado.

No obstante, las últimas “encuestas“ lanzan el mensaje del estancamiento de IU. Si bien es cierto que con unos niveles de manipulación sospechosos (no hay que olvidar que las que aparecen en los periódicos suelen estar sujetas al juego de la profecía autocumplida).

Por otra parte, también se están haciendo permanentemente encuestas para bancos, grandes grupos empresariales, grandes partidos, banca alemana, gobiernos extranjeros, etc, a las cuales no se les da publicidad pero que son fiables y de forma directa o indirecta sottovoce abonan la tesis anterior.

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