- ‘Pequeña corrupción’: sobornos por servicios.
Un tipo de corrupción
consiste en la expectativa de obtener una cantidad de dinero a cambio de
prestar el servicio a que se está obligado por razón del empleo público que se
desempeña. El empleado público hace uso de su posición para conseguir un
ingreso extra, a costa de los ciudadanos o del propio servicio. Ejemplos
típicos de esto son los pagos de dinero para adelantar la obtención de la
prestación sobre el orden establecido, o el pago a los agentes de aduanas para
la introducción de bienes de contrabando sin el abono de los areanceles.
Esto es descrito a veces
como ‘pequeña corrupción’, en contraposición con la ‘gran corrupción’ del
fraude a gran escala de políticos y empresarios. La pequeña corrupción daña muy
seriamente a los servicios públicos. Los ciudadanos son engañados. Quiebra el
principio de justicia e igualdad de trato. Debilita la integridad de los
servidores públicos. Aquellos que más necesitan los servicios públicos se
encuentran en la necesidad de pagar como si el servicio fuera de prestación y
beneficio privado. Lo que debería ser un servicio público se convierte en una
simple transacción comercial. También desanima a los ciudadanos a enfrentarse a
la ‘gran corrupción’. En consecuencia, debe ser erradicada.
El retrato mejor conocido
de la corrupción es el ranking editado por Transparency International que
clasifica a los países “de acuerdo con sus niveles de percepción de la
corrupción en el sector público”. Los países en desarrollo son los que
persistentemente aparecen como aquellos con los niveles más altos de
corrupción, en tanto que los de la
OCDE serían los menos corruptos. El problema de la corrupción
se presenta del mismo modo como una cuestión específica del tercer mundo, y en
concreto de los empleados públicos corruptos. A menudo bastante incorrectamente
se atribuye a la cultura de estos países ser mucho más tolerantes con la
corrupción que las culturas de los países de la OCDE.
El ranking –y el análisis- de
Transparency International son sin embargo insatisfactorios. Este índice no se
basa en experiencias reales o casos documentados de corrupción, sino en las
percepciones de las personas que participan en los informes. Los participantes
en los informes se componen casi por completo de ejecutivos de empresa,
consultores, o ‘expertos’ inespecíficos, muchos de los cuales son extranjeros,
y empresarios, algunos de los cuales podrían incluso haber pagado sobornos
ellos mismos o formar parte de redes corruptas. La percepción de los ejecutivos
de negocios globales no parece el indicador de más confianza acerca de la
cultura de la gente de la calle.
De hecho, los informes
sobre la percepción social de la gente en muchos países muestran que, en
cualquiera de ellos, muy pocos creen que la corrupción sea aceptable. Mayorías
arrasadoras en Europa del Este, y en torno al 90% de los africanos piensan que
es inaceptable. Por el contrario, hay una clara evidencia de la existencia de
una cultura de la corrupción entre los ejecutivos de los países ricos. Un
informe de 2012 encontró que el 24% de los ejecutivos del sector financiero en
los Estados Unidos y en el Reino Unido creían que debían implicarse en
actividades ilegales o poco éticas para tener éxito en sus carreras. La
evidencia no demuestra la visión de que habría unas culturas diferentes y más
tolerantes hacia la corrupción en los países en desarrollo.
La gran mayoría de la gente
consultada en los países en desarrollo piensan que la corrupción es un gran
problema para sus países. En muchos de ellos la gente no tiene experiencias
positivas con las autoridades cuando se trata de que estas aseguren su
necesidades básicas y las de sus familias. En estos países la gente se ve a
menudo forzada a dar y recibir asistencia de parientes, amigos, o miembros de
sus comunidades. Sin un buen gobierno, sin unos servicios públicos que
funcionen y sean transparentes, que garanticen la igualdad de acceso de todos
los ciudadanos, dar regalos o dinero es a menudo la única vía en que la gente
puede conseguir asistencia sanitaria, licencias de construcción, tutela
judicial, y así sucesivamente.
Hay una evidencia sólida de
que el factor más importante que afecta a la extensión de la ‘pequeña
corrupción’ es el pago a los trabajadores que deben prestar el servicio. Cuando
el salario de los empleados públicos es tan bajo que ni siquiera es suficiente
para el sostenimiento vital, o donde este es significativamente más bajo que el
de otros empleos con cualificación equivalente, entonces la corrupción se
convierte en el medio para obtener ingresos suplementarios. Estudios en países
tan diversos como Madagascar o Ucrania muestran que la baja retribución de los
funcionarios públicos está directamente ligada a la pequeña corrupción. En un gran
número de países asiáticos las personas que leen los contadores de consumo de
agua piden dinero cuando sus salarios están por debajo de los niveles de
subsistencia, pero no después de que estos hayan subido sustancialmente. Esto
es algo que es conocido desde siempre: los funcionarios de aduanas británicos
en el s. XVIII aceptaban sobornos porque ganaban poquísimo.
Este factor material básico
es clave para reducir los incentivos a la corrupción. Un sistema disciplinario
efectivo y sanciones penales aportan más elementos de disuasión. Construir y
mantener la confianza en unos servicios públicos eficaces y democráticamente
controlados depende también de otras decisiones políticas, especialmente de
abordar al tiempo el problema de la ‘gran corrupción’. Cuando lo que existe es
una total falta de confianza en el Estado mismo, la gente puede recalar más
fácilmente en el recurso al amiguismo, las relaciones familiares o en la
aceptación como natural de la ‘pequeña corrupción’.
Informe " Corrupción y servicios públicos".
Autor David Hall.
PSIRU. Public Services International Research Unit.
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