“Desarrollo
sostenible":
una contradicción similar a la de “ser vivo inmortal” (yII).
Romper con todo lo anterior
Hay
que romper con la indefinición intencionada del concepto de desarrollo
sostenible. Si por desarrollo se entiende el crecimiento permanente de algo
físico o una aceleración sostenida por una fuerza constante, es seguro que no
puede ser viable a largo plazo en el mundo físico, ya que se está eludiendo una
verdad incontestable: el sistema económico es un subsistema que debe convivir
dentro de la capacidad del sistema ecológico y la acumulación de capital se
produce en contextos históricos, geográficos y espaciales. En tal caso el de
desarrollo sostenible es una combinación de términos contradictorios o
incongruentes entre sí, contradicción similar a la que supondría, por ejemplo, “ser vivo inmortal”.
Esa
constante y generalizada referencia a la sostenibilidad por parte de empresas,
organizaciones políticas de derechas y de izquierdas, de sindicatos y
organizaciones empresariales e, incluso de organizaciones conservacionistas,
está sirviendo para ocultar las contradicciones que el “desarrollo” basado en
el crecimiento sin límites supone para el entorno natural ya que dese esas
esferas no se cuestiona un modelo de producción que implica unas tendencias de
desarrollo que solamente pueden tener continuidad a costa de generar unos daños
ambientales que pagan principalmente las poblaciones más desfavorecidas, tanto
del “centro” como de la “periferia” del sistema; que conducen al desastre
ecológico y que por lo tanto, son inaceptables para la humanidad y el planeta.
Para
que el término “desarrollo sostenible” no sea contradictorio en si mismo,
tenemos que utilizar la idea de sostenibilidad como la política que debemos
aplicar para evitar la degradación del patrimonio natural y construido
entendido en términos físicos, contraponiéndola a la que valora la pérdida o
degradación de patrimonio solamente en términos monetarios. Tenemos que hablar
de una filosofía y de una política económica diferente.
Ello
es posible si por sostenible no se entiende la vaciedad de la que hemos
hablado, sino políticas tendentes a asegurar el que las generaciones futuras
puedan vivir dignamente en este planeta frente a un modo de legitimar la continuidad
del actual modelo de desarrollo y la acumulación futura de capital.
Hay
por tanto, que extender, especialmente entre la izquierda, la certeza de que la
idea de “desarrollo sostenible”, tal como se expresa en el “Informe
Brundtland”, que es la que se propone
desde la perspectiva del capital no constituye realmente una meta posible de
lograr en el actual estadío de desarrollo del sistema, si no que realmente es
una estrategia para proseguir con la acumulación, ya que ni siquiera se plantea el supuesto de
que la crisis ecológica se debe en gran medida a la ambigüedad de los derechos
de propiedad sobre el suelo y los recursos naturales que el capitalismo ha
creado en su favor; al mismo tiempo que no solamente no estimula, sino que
tiende a anular el papel del Estado en la resolución de la crisis ecológica.
Solamente
añadir que, como dice Ernest García “el
balance de dos décadas de desarrollo sostenible no es para lanzar las campanas
al vuelo. Se ha hablado mucho de él, pero aún no se sabe bien que significa y
menos todavía como medirlo. Las sociedades contemporáneas no muestran síntomas
de la anunciada transición a un caminar más ligereo sobre el planeta pero, en
cambio, si abundan las señales de que la era expansiva del productivismo está
topando ya con sus límites históricos”. (¿Se hablará de sustentabilidad después del desarrollo? (Ernest García.
Dpt. Sociología i Antropología Social. Universitat de Valencia)
Otra
visión de la sostenibilidad
La
sostenibilidad, el desarrollo sostenible deben pasar a ser definidos, junto con
el progreso -entendido este en el sentido de avanzar por el camino de la
emancipación de los seres humanos-, como unos de los pilares para construir un
modelo de desarrollo que al mismo tiempo que igualitario y emancipador, tenga
un consumo material y energético, así como una producción de residuos que ni
uno ni otro superen la capacidad de carga de los ecosistemas y, por lo tanto, “no comprometa (ahora de verdad) la capacidad de las generaciones futuras
para satisfacer sus propias necesidades” o, con otras palabras sea “condición inalienable para la existencia y
reproducción de la cadena de generaciones humanas”.
Ello
implica, por una parte, una visión global e integrada del actual modelo de
producción y, por otra, un cambio de
orientación en el “como”, “cuanto”, “para qué” y “para
quienes” se ha de producir en el futuro; cambio de orientación y de
lógica productiva, económica y social que no puede quedarse ahí, sino que debe
ir acompañada en el presente, en los momentos actuales, por un compromiso
social y político/institucional para que las actuaciones y proyectos sean
inequívocamente favorables a esa sostenibilidad, ese auténtico “desarrollo sostenible”, no se obtiene por si
sólo, sino que hay que arrancar al Estado que representa los intereses de las
clases dominantes algo que, al igual que históricamente ha sucedido, y sigue
sucediendo, con la conquista de los derechos sociales, políticos y laborales.
Pero
hay que ser realistas y ser conscientes de que estamos aún en su comienzo y los
inicios de camino son siempre inciertos difíciles y, porque no decirlo, audaces.
José Ramón Mendoza
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