Situar la
cuestión ecológica en la centralidad política
Es necesario ubicar políticamente
la cuestión ecológica en el lugar principal que le corresponde de la
centralidad política. Esta afirmación no responde a un planteamiento estrictamente
conservacionista. La evolución lógica e inevitable de un sistema productivo
“ecocida” y depredador de recursos naturales y sus consecuencias para la vida
del planeta ha llevado a la contradicción capital-naturaleza a unos niveles de la
misma importancia como la que, desde sus inicios, mantiene el conflicto
capital-trabajo; contradicciones ambas que no podemos desligar, ni analizar y
menos resolver de forma independiente.
Como regla general, pero
en una situación de crisis de manera muy particular, el capitalismo se ajusta
por la parte más débil de la contradicción, y esa ha sido, está siendo, junto
con los trabajadores, en estos momentos con una capacidad política de respuesta
limitada, e incluso débil; la silenciosa, aunque a veces violenta en su respuesta,
naturaleza.
A la explotación laboral
se une desde siempre, pero hoy de forma extremadamente grave la explotación,
hasta esquilmarlos, de los recursos naturales; desde los combustibles de origen
fósil, hasta la biodiversidad, a la que destruye o de la que se apropia;
pasando por la ocupación del suelo y del territorio. En definitiva, una explotación
ecológica, que resta calidad de vida, afecta a los equilibrios naturales y
pone en peligro la salud de los habitantes del planeta y al propio planeta. Entre
la explotación del trabajo y la de la explotación de los recursos del planeta y
consiguiente destrucción de la naturaleza por parte del capital, existe mucho
más que una analogía; es más bien una identidad de procesos.
Un análisis incluso
superficial de la relación entre naturaleza y capitalismo identifica una
contradicción básica; ambos se niegan frontalmente. Adonde se extiende este
sistema productivo, la población y la naturaleza pagan las consecuencias, y la
preocupación ecológica pasa a un segundo plano o desaparece. Incluso, si el
capital, como está ocurriendo desde hace un par de decenios, parece asumir el
discurso ecológico, inevitablemente éste queda supeditado a su lógica,
desvirtuándolo y sometiéndole a la lógica de la acumulación, cuya evolución no
sólo no tiene más remedio que dominar la naturaleza, sino arrancar de ella todo
lo que pueda, depredándola.
En momentos de crisis
larga y profunda, cuando las condiciones de vida de la población se deterioran,
cuando el ataque a las conquistas de los trabajadores avanza, cuando los
servicios y los bienes públicos son apropiados por el capital, en la búsqueda
de salidas, incluso sociales y buscando un nuevo modelo productivo en muchos
casos denominado “verde”; desde la izquierda, se corre riesgo tanto de adoptar
políticas keynesianas, como el de dejar en segundo plano, o poniéndola al
servicio de la acumulación capitalista (capitalismo verde), la cuestión
ecológica.
Pero considerando de
manera conjunta las cuestiones socioeconómicas y las ambientales de la actual
situación de crisis, se constata que estamos en un periodo económico y de
retroceso social sin parangón en la historia del capitalismo y un estado de
emergencia ecológica sin equivalente en la historia de la humanidad. Y la
combinación de esas dos dimensiones de la crisis es determinante,
descalificando cualquier posicionamiento político de salida de la crisis -que
sea digna de tal nombre- que no ofrezca un profundo cuestionamiento del actual
modelo de producción y por lo tanto de la relación, el metabolismo, entre el
hombre y la naturaleza.
España no es diferente,
pero tiene unas particularidades que hacen que la degradación ambiental sea
mayor que en otros países de nuestro entorno. Desde hace décadas, incluso ya
desde el franquismo, pero profundizándose con la crisis, el modelo económico
que se ha configurado es el asentado en la construcción, los servicios y una
productividad basada en los bajos salarios. Modelo de crecimiento que ha
producido concentración de riqueza y renta; degradación de las condiciones de
vida y de trabajo de las mayorías sociales y la esquilmación de recursos no
renovables y la depredación de bienes comunes.
La unidad de las grandes
constructoras y capital financiero, apoyada políticamente por los gobiernos de
los partidos que representan sus intereses –PP, PSOE, CiU, CC, etc…- han
forjado un modelo económico y social que no sólo es incompatible con nuestro
medio natural, si no que ha generado uno de los mayores desastres ambientales
en la historia reciente de España. Modelo que ha demostrado que la lógica del
beneficio empresarial y la acumulación del capital es incompatible con la
conservación de nuestro medio natural.
La crisis aparentemente ha
ralentizado este proceso. Sin embargo, igual que sucedió en los principios de
los 80, tras la crisis inmobiliaria de los años setenta y en los últimos
noventa, después de la crisis de los primeros noventa, cuando se modificaron
leyes del suelo, de alquileres, reformas laborales y otras para preparar el
despegue del sector inmobiliario y constructor y la financiarización de la
economía; todo está indicando que en estos momentos se está procediendo a una
profunda reorganización de nuestra legislación para profundizar en este
antisocial y ecológicamente depredador modelo.
A modo de conclusión
Por tanto, es necesario
situar la ecología en la centralidad del proyecto político y por tanto del
nuevo modelo productivo que se quiere plantear ya que desde el punto de vista
estratégico entre la explotación por el capital de la fuerza del trabajo y la
destrucción de la naturaleza existe mucho más que una analogía; es una
identidad de procesos, e incluso podríamos decir que es el mismo proceso; ya
que es tan absurdo plantear que un modo de producción basado en la “ley del
valor” pueda funcionar sin saquear los recursos naturales es tan absurdo como
pensar que puede dejar de explotar la fuerza del trabajo.
No se trata de que
Izquierda Unida se convierta en un “partido verde”. Nada más lejos de la realidad
ni de nuestras intenciones, ya que Izquierda Unida debe seguir siendo un
movimiento político y social (y lo social engloba lo ecológico). Lo que aquí
planteamos es avanzar por el camino, recién iniciado, de “ecologizar” las
luchas sociales y de socializar y politizar las luchas ecológicas; o lo que es
lo mismo, no hay proyecto transformador que merezca tal nombre si no tiene en
cuenta los límites que impone la naturaleza.
La defensa de las mayorías
sociales y la defensa de la naturaleza y de la vida es lo mismo, una sin la
otra y la otra sin la una se quedan incompletas y son insuficientes. Ello debe
ser una tarea fundamental de una fuerza política y social con voluntad
transformadora que una apuesta clara para reorganizar en un sentido ecológico y
social las estructuras económicas hoy dominantes, así como unos modos de vida y
de consumo incompatibles, no sólo con el bienestar de las clases trabajadoras,
sino también con la perpetuación de la vida en el planeta.
Lo que planteamos es
situar nuestro modelo productivo y, en definitiva nuestro modelo de sociedad,
en base a la resolución de las dos contradicciones fundamentales del actual
modo de producción: la del capital trabajo y la del capital naturaleza. Dos
contradicciones que en realidad, son la misma y que hay que resolver mediante
programas y reivindicaciones, mediante estrategias y tácticas, mediante formas
de organización, para conseguir que la perspectiva ecológica se integre en la lucha
política y social y viceversa, que ésta lo haga en una perspectiva ecológica
global. Y es en este punto en el que se
plantean un gran número de problemas complicados que estas líneas no tienen la
ambición de abordar, y aún menos de resolver.
José Ramón Mendoza. Julio de 2012.
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