REFLEXIONES SOBRE LAS IZQUIERDAS ESPAÑOLAS (1), por Javier
Aristu
Comienzo estas notas
de verano pocas horas después de que se conozcan los resultados del referéndum
griego. El NO ha ganado claramente y nos sitúa a todos los europeos ante un
nuevo ciclo, sin duda. Lo que queda por delante es un proceso difícil y tortuoso,
como la ha sido hasta ahora, pero el referéndum de ayer pasará a la historia de
los buenos referentes. Son muchas las lecciones, contradictorias algunas entre
sí, las que se deducen de esta convocatoria ganada por el pueblo griego frente
a la tecnoestructura política europea. Tiempo habrá, confiemos en ello, de
analizarlas y seguir su desarrollo. Mientras tanto, hablaremos de la izquierda
española, inmersa en un nuevo remolino del que todavía no sabemos cómo saldrá.
La invitación
que recibí de amigos madrileños de Espacio Plural para participar en un
foro de debate que acaban de iniciar en la localidad serrana de Cercedilla, más
un conjunto de noticias y acontecimientos que tienen que ver con el pasado
reciente de una parte de la izquierda española y el incierto devenir tras las
elecciones municipales del pasado 24 de mayo, me incitan a poner por escrito
algunas de las reflexiones que he ido teniendo tras estos hechos. Estas líneas
que siguen las redacté precisamente para aclarar las ideas que iba a exponer el
pasado 3 de julio ante unos 70 cuadros de IU de Madrid Región, teóricamente
expulsados junto a otros 5.000 por la actual dirección federal. Me invitaron a
exponer lo que yo pienso acerca del momento actual y así lo hice, acompañando
en la mesa de intervinientes a Luis García Montero y Rafael Reig, entre otros.
En una mañana de sofocante calor, en el pueblo donde se fraguó hace ya treinta
años Izquierda Unida, hablé a unos militantes muy afectados por la situación de
su partido. Sé que lo allí expuse y aquí reproduzco gustó a algunos y disgustó
a otros, como no podía ser de otra manera. A todos les agradezco la sinceridad
que tuvieron al manifestar sus opiniones porque creo que es una condición
básica para salir del actual momento con mejores bríos. Aquel auditorio
mostraba lo que es hoy una parte de la izquierda organizada: cuadros
voluntariosos, con mucha experiencia de gestión y de activismo social, pero
desconcertados y humillados ante los resultados del pasado 24 de mayo y
decepcionados con la dirección de su formación política que, de forma
autoritaria, los ha disuelto por decreto.
He leído después una crónica de El País en donde cuatro fundadores de IU—ninguno
ya en esa formación desde hace muchos años— hablan sobre la actual situación de
este partido-coalición-movimiento. De los cuatro ex dirigentes, dos se muestran
claramente a favor de que IU entre en Podemos (no sé cómo conociendo la
respuesta anticipada de los líderes de Podemos) considerando a esta formación
como el nuevo eje del cambio, y otros dos manifiestan serias discrepancias con
el partido de Pablo Iglesias y la opción tomada por el equipo de Alberto
Garzón. Todo un síntoma de la profunda influencia que sobre IU está produciendo
Podemos.
Los hechos y los datos
no son favorables en la actualidad a IU. Los resultados andaluces y los
municipales y autonómicos de este año —especialmente los de Madrid— muestran
una pérdida significativa de presencia electoral, institucional y política de
esta fuerza. Por el contrario, Podemos marca una línea ascendente y aparece, de
una forma u otra, como un referente poderoso de muchos votantes que quieren
clausurar esta etapa política. El PSOE, además, ni sube ni baja, es decir,
sigue apareciendo como partido importante para franjas sociales mayoritarias
pero no llega a situarse en posiciones exclusivas y excluyentes como lo fue
durante estos últimos 30 años.
Por otra parte, a lo
largo de estos últimos años se han producido fenómenos y procesos
político-electorales que merece la pena tener en cuenta. Anova, en Galicia, más
las candidaturas municipales de las Mareas muestran un panorama nuevo en esa
comunidad a la que nadie que se diga de la izquierda puede permanecer ausente;
en Cataluña, la parte más consistente de la izquierda no socialista, Iniciativa
por Cataluña, tomó hace ya un año la opción de ir en candidaturas unitarias
ciudadanas —la encabezada por Ada Colau ha conseguido el triunfo en Barcelona—
y piensa repetir la misma fórmula ahora en las elecciones generales. En el Pais
Valenciano, Compromìs se ha situado como una fuerza capaz de igualarse en
importancia electoral con el PSPV y a su vez ha desplazado a EU (la versión
valenciana de IU) a la marginalidad electoral. Creo que Compromìs, por su
trayectoria, experiencia y forma de hacer política, es una de las experiencias
más interesantes y válidas y cuya evolución tendremos que seguir con interés.
Surgió impulsado no especialmente por acontecimientos electorales sino que fue
fruto de las lecturas de una crisis en EU y de procesos de fondo de confluencia
social y política con otras fuerzas y sectores. Y eso se nota.
Pero tenemos que alzar
la vista más allá de la crónica diaria de estos acontecimientos. Tanta cercanía
a los hechos nos puede impedir ver más allá. Y creo, como dije en la reunión de
Cercedilla, que las causas están más atrás, a veces bastante más atrás, y las
soluciones no vendrán si miramos solamente el plazo de noviembre de este año
como horizonte. De eso tratan estas líneas que siguen, de un intento de
entender las razones de la actual situación de la izquierda española, de las
izquierdas españolas, tratando de ir más allá de sus propias fronteras,
buscando en la sociedad, en los procesos sociales, las causas de la crisis de
esta opción política articulada en torno a partidos y formaciones diversas.
Lo que viene está
escrito para leerlo en la reunión de Cercedilla. Dada la extensión del texto
decidí simplemente presentar de forma oral un resumen. Lo que viene a
continuación es el texto completo que publicaremos en este blog en diversas
partes.
***
Agradezco la invitación para hablar del
momento actual en España. Me hubiera gustado hablar más de lo que le pasa a la
derecha española y a su estructura de poder. Creo que nos falta cultura de
debate sobre el adversario: no lo conocemos bien y, sin embargo, es muy listo y
está muy preparado: dirigió este país de manera dictatorial durante cuarenta
años y, en cierto modo, lo ha seguido dirigiendo en estos últimos treinta y
cinco de la democracia. Las izquierdas nos pasamos las horas hablando de
nosotros mismos, nos destripamos, nos analizamos hasta el fondo, nos expulsamos
mutuamente de los sitios…pero la derecha sigue ahí, gobernando hoy y, a lo
mejor, mañana en la oposición, pero siempre mandando. Yo pondría en todo
órgano social y político de la izquierda como primer punto del orden del día:
“análisis de lo que ha hecho hoy la derecha y sus consecuencias”.
Mientras eso ocurre,
pasemos a hablar de nosotros, como está mandado. Pero antes, precisemos una
cuestión de vocabulario. Verán que hablo a veces de las izquierdas en
plural y otras de la izquierda en singular. Entiéndanme que
cuando hablo en singular me quiero referir a esa cultura política básica que ha
impregnado al movimiento obrero y democrático desde mitad del siglo XIX. Cuando
hablo en plural me puedo referir al conjunto de las diferentes expresiones
partidarias y culturales que forman parte del mismo tronco pero manifiestan
actitudes y comportamientos diversos, sobre todo a partir de la ruptura de
1921. Precisamente en este Espacio Plural en donde hablo, asumir la pluralidad
de las izquierdas es expediente básico para poder seguir hablando de todo lo
demás.
Vamos, pues, a exponer sin dilación lo
que pienso sobre este momento.
1. Atravesamos una fase
de actividad política profundamente dinámica. Las realidades establecidas de la
política están cambiando, van inmersas en procesos de mudanza institucional,
sin duda, y cuál sea el resultado final está todavía por ver. Solo el paso de
unos años nos dirá cómo va a acabar este movimiento de personas, partidos,
ideas, programas y maneras de intervenir en la plaza pública de la política. La
dinamicidad y la importancia de estos procesos políticos aparece cada día en
los titulares de los medios, con sus caras, sus fotos, sus firmas y sus
protagonistas. Sin embargo, esta relevancia que han adquirido en los últimos
tiempos los protagonistas políticos, sus rostros, sus propuestas y sus
polémicas, no puede hacernos olvidar que, desde hace mucho más tiempo, una
profunda revolución social se está desarrollando bajo nuestros pies, dentro de
nosotros mismos, pero que no tiene la dimensión mediática ni publicada que
tiene la marcha del proceso político. Y, no obstante, es mucho más importante y
decisiva que esta última. Asistimos a una mutación molecular —como
dice Nadia Urbinati— en el terreno económico, en el ámbito político y en la
esfera cultural sin precedentes en muchas décadas. Está transformándose, ni más
ni menos, el mundo surgido de la revolución industrial hace 150 años y va
camino de no se sabe todavía qué pero que desde luego será muy diferente de
aquel anterior. Ya estamos viendo los primeros esbozos en las modificaciones del
mundo del trabajo (el paso de la estabilidad del trabajo para toda la vida
hacia un universo de provisionalidades laborales, empleos inestables y
psicología de la inseguridad), en la ruptura de los marcos nacionales de
intervención política, y en el surgimiento, merced entre otras razones a la
revolución tecnológica digital, de una economía finaciarizada y universal que
está rompiendo los viejos vínculos del estado, del pacto social, de los valores
universales de la libertad y la igualdad e incluso de la moral luterana que dio
sentido a un modelo de capitalismo “social”. Estamos ante un auténtico ciborg financiero.
2. ¿Está la izquierda
ofreciendo un modelo alternativo a esta mutación? ¿Es válido el programa de la
izquierda ante estos cambios? ¿Son operativos los fundamentos teóricos,
epistemológicos y programáticos de la izquierda ante esta crisis fenomenal? Mi
respuesta de entrada es que no: las izquierdas europeas, en su conjunto,
y españolas, en especial y de manera sobresaliente, estánn demostrando
una profunda incapacidad para afrontar este reto de ofrecer a la sociedad una
propuesta convincente y alternativa al modelo conservador (que
realmente esdestructor) y neoliberal que yo calificaría
mejor de neoautoritario. Lo cual ya nos está llamando la atención
sobre la importancia del lenguaje, otra batalla que posiblemente la izquierda
ha perdido también. Tanto la clásica socialdemocracia —influida en gran manera
por el campo de ideas y prevenciones conservadoras— como la llamada izquierda
radical —proveniente en gran parte del antiguo sistema de partidos comunistas y
de los restos de un combinado de viejas vanguardias autoritarias y nuevos
libertarios sesentayochistas— está mostrando el agotamiento del paradigma
productivista que dio sentido al siglo XX y, especialmente, de la referencia
leninista. Las razones de este fracaso —algunos hablan de la
derrota del movimiento obrero como síntesis de esa izquierda que viene desde
1848— serían muchas y diversas. Yo me voy a centrar en lo que considero que
pueden ser razones que explican el fracaso de las izquierdas españolas en
estos últimos 38 años, de los que ha gobernado 22 a través del PSOE y ha
desarrollado un papel de oposición alternativa a través de IU fundamentalmente.
Y digo fracaso, a sabiendas de que puede ser un término
exagerado y a pesar de reconocer bastantes aspectos interesantes y positivos en
la gestión socialista, porque, en su conjunto, el socialismo español no ha sido
capaz en estas décadas de proyectar de manera estable y atractiva una propuesta
social y cultural alternativa al conservadurismo imperante. Para que
nadie piense que les habla un pesimista del pasado, suscribo las palabras del
amigo José Luis López Bulla que escribía hace unos meses, hablando del proyecto
sindical, que estos últimos treinta años de la historia española se configuran
como «el ciclo de conquistas sociales más importante en la historia de nuestro
país, tanto por su amplitud como por su importancia en la condición de vida del
conjunto asalariado».
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