Modelo productivo
Podemos
sintetizar lo que constituye el modelo productivo de una sociedad siguiendo al
economista Juan Torres
(http://juantorreslopez.com/publicaciones/articulos-de-opinion-y-divulgacion/2010/cambio-de-modelo-productivo-de-que-estamos-hablando/),
que lo define como un conjunto de los siguientes elementos:
· Estructura
de actividades productivas (especialización).
· Desarrollo
y uso de los factores productivos (trabajo, capital material y humano,
tecnología, organización).
· Distribución
de las rentas, y estímulos que genera.
· Entorno
normativo, institucional y de hábitos de conducta.
El cambio
de modelo productivo para España se ha convertido en una propuesta genérica
como salida para la crisis económica. Ante ello hay que hacer algunas
consideraciones.
La crisis
supone una destrucción de riqueza y de rentas. De manera inmediata y a corto plazo esto repercute sobre los
distintos segmentos sociales según efectos (desempleo, disminución de servicios
públicos, aumentos fiscales, rebajas patrimoniales o retributivas) que distribuyen
las pérdidas desigualmente, dependiendo de los poderes económicos y políticos,
y de la fuerza de las reacciones sociales.
Las causas
de la crisis hay que buscarlas en los modelos productivos, de España y de los
países con los que tenemos relaciones económicas, incluyendo las estructuras
financieras que guían actualmente en gran medida la asignación de los recursos
económicos. Una gran parte de esos recursos ha sido asignada por los grandes
poderes e intereses económicos hacia actividades (en España sobre todo las
relacionadas con la construcción) incapaces de seguir produciendo valor.
Una
economía equilibrada tiene que desarrollar modelos productivos que prevengan y
contrarresten las crisis. La nuestra no lo ha hecho así, debido al poder de quienes
obtenían beneficios del modelo e intentan ahora librarse de las pérdidas. Así
pues, cualquier salida de la crisis será en falso sin cambios profundos en el
modelo, pero estos cambios no pueden ser inmediatos y requieren proyectos a medio y largo plazo, a
empezar desde ahora mismo.
Un aspecto
importante del modelo tiene que ver con la parte de nuestra economía que se
relaciona con el exterior. Esta parte es creciente en las últimas décadas, más
aún desde la incorporación a la UE
y al euro, pero su valor alcanza alrededor del 20% del conjunto, por lo que no
debe ser excusa para disminuir los esfuerzos dirigidos a nuestra propia
economía interior.
Por
grandes sectores, la estructura de las actividades productivas, expresada en
porcentajes de valor añadido, es así (Eurostat, 2010) en España y en Alemania,
para poder analizar por comparación:
%
|
España
|
Alemania
|
Agricultura,
ganadería, pesca
|
2,7
|
0,9
|
Construcción
|
10,1
|
4,1
|
Industria
|
15,6
|
23,7
|
Servicios
|
71,6
|
71,3
|
A esta
escala, la mayor diferencia entre las especializaciones productivas de España y
Alemania está en el peso de la industria, que constituye el sector con mayor
capacidad de exportación, y el que desarrolla las mayores capacidades para
aumentar la productividad ante la competencia internacional. España queda atrás
en este aspecto, mientras que destaca por el peso de la construcción, incluso después
del pinchazo de la burbuja inmobiliaria entre 2008 y 2010.
El peso de
los servicios es en ambos casos similar y determinante. A pesar de ello existen
importantes diferencias cualitativas, muchas de ellas debidas a efectos de las
relaciones entre los servicios y los otros sectores, condicionadas por lo que
acabamos de indicar respecto a la industria y la construcción.
Se sabe,
al menos desde los análisis de Solow en los años 50, que la mayor parte del
crecimiento económico en los países industrializados se debe a aumentos de
productividad general debidos a innovaciones tecnológicas, organizativas y
comerciales. La mejora del modelo productivo tiene que combinar cambios en la
estructura sectorial con aumentos de productividad a partir de las capacidades
existentes. No se trata sólo, aunque también, del desarrollo de las actividades
que generan más innovaciones (como las informáticas o las biotecnológicas)
sino, mucho más, de la difusión de sus aplicaciones por todo el resto de la
estructura económica.
Una política para cambiar el modelo productivo
tiene que poner en marcha vías de actuación sobre los cuatro elementos ya
expuestos que configuran ese modelo. En este sentido puede señalarse lo
siguiente:
· Suele
decirse que España necesita empresarios. En realidad el tamaño medio de
nuestras empresas es bastante inferior a la media de los países desarrollados
y, por tanto, hay aquí una mayor proporción de empresarios y de autónomos. No
hacen falta más, sino mejores empresas y empresarios. Esta crisis ha provocado
tasas de destrucción de empleo muy superiores a las de caída de la producción,
evidenciando que existía una masa de actividades marginales (las primeras en
caer) basadas en empleo precario, de baja productividad, bajo coste y fácil de
despedir.
Un
buen modelo productivo no debe mantener este tipo de empresas con el pretexto
de salvar puestos de trabajo. La aceptación de costes y esfuerzos
extraordinarios por los trabajadores sólo se justifica en empresas con suficientes
expectativas de futuro. En Alemania, la destrucción de trabajo ha sido escasa, a
pesar de importantes pérdidas temporales de producción, gracias al predominio de
ese tipo de empresas, generalmente integradas en grupos con múltiples
relaciones.
· No
es posible tener empresas eficientes sin inversiones adecuadas. El estado puede
invertir directamente y hacer políticas que estimulen la inversión, pero la
inversión pública es imprescindible para establecer infraestructuras de soporte
para el resto de la economía, y en otros terrenos (incluido el financiero) es una
alternativa válida y necesaria a la empresa privada.
El
desarrollo de empresas requiere estímulos dentro de un entorno de condiciones
laborales de calidad. Una de las claves del éxito económico y social del modelo
escandinavo ha sido el sistema de negociación sindical de ámbito general, sin dualidades
ni zonas negras, y cubriendo a todo tipo de empleo, incluido el inmigrante. Se
estimula así la inversión en las empresas para alcanzar las productividades que
permitan cumplir los convenios, justo en la dirección contraria de las
recientes reformas laborales en España.
· Solow,
y la experiencia, nos han mostrado la importancia de la innovación para mejorar
los modelos productivos. Para ello el estado tiene que apoyar activamente a las
actividades innovadoras, porque sus resultados producen efectos que se difunden
por la sociedad (externalidades) más allá del interés particular de los propios
innovadores. Pero no cualquier apoyo es útil. Es necesario que las ayudas no se
reduzcan a simples transferencias a los agentes privados, sino que aseguren
avances que no se hubieran producido sin ellas (adicionalidad).
En
investigación básica esto se traduce en una mayor generación de conocimientos
científicos en universidades y centros públicos. Para el desarrollo tecnológico
hay que promover la cooperación de las universidades y centros públicos con las
empresas, estimulando una implicación económica de éstas, que en España es aún
escasa. El estado cuenta además con el instrumento de las compras públicas, que
pueden constituir una palanca para sectores con fuerte capacidad de empleo
innovador, como la sanidad, la asistencia social, la conservación del medio
natural, o la seguridad. También con la participación pública compartiendo el
riesgo y el beneficio de nuevas empresas tecnológicas.
· La
calidad del factor trabajo depende de su formación, tanto de la inicial como de
la continuada en el empleo. La primera requiere ampliar y mejorar el sistema
público universal hasta la edad legal de trabajo, cubriendo la educación
básica, la formación profesional, y el acceso a la formación universitaria para
todos los que demuestren la capacidad necesaria. La segunda implica estabilidad
suficiente en los empleos que permita implementar programas de formación para
la adaptación a las necesidades concretas y los cambios tecnológicos. Sólo un
buen reparto de responsabilidades entre el estado, las empresas y las
organizaciones sindicales puede hacer eficaces las políticas activas para el
empleo de calidad.
· Los
cambios en el modelo productivo implican movilidad. Los costes de esa movilidad
no pueden recaer exclusivamente en los trabajadores afectados. En el aspecto
funcional es necesaria también la colaboración activa entre el estado, las
empresas y los sindicatos, para facilitar las reconversiones y recolocaciones.
En el aspecto geográfico tienen que promoverse, con normativas y ayudas, las
facilidades para el alquiler de viviendas.
· La
baja tasa de población activa en comparación con la media de los países
desarrollados, constituye una de las desventajas más notables de nuestro actual
modelo productivo. El factor principal es aquí la caída en esta tasa para las
mujeres a partir de los 30 años. Las medidas políticas necesarias pasan por
cuestiones como la no discriminación en los puestos de trabajo, las garantías
laborales para la maternidad, los horarios laborales racionales, y la extensión
de los sistemas públicos de educación preescolar y de atención a los
dependientes, para liberar a las mujeres de tareas domésticas de las que
mayoritariamente se vienen ocupando.
Manuel Gamella
No hay comentarios:
Publicar un comentario