miércoles, 6 de junio de 2012

Modelo productivo


Modelo productivo



Podemos sintetizar lo que constituye el modelo productivo de una sociedad siguiendo al economista Juan Torres


·   Estructura de actividades productivas (especialización).
·   Desarrollo y uso de los factores productivos (trabajo, capital material y humano, tecnología, organización).
·   Distribución de las rentas, y estímulos que genera.
·   Entorno normativo, institucional y de hábitos de conducta.

El cambio de modelo productivo para España se ha convertido en una propuesta genérica como salida para la crisis económica. Ante ello hay que hacer algunas consideraciones.

La crisis supone una destrucción de riqueza y de rentas. De manera inmediata y a corto plazo esto repercute sobre los distintos segmentos sociales según efectos (desempleo, disminución de servicios públicos, aumentos fiscales, rebajas patrimoniales o retributivas) que distribuyen las pérdidas desigualmente, dependiendo de los poderes económicos y políticos, y de la fuerza de las reacciones sociales.

Las causas de la crisis hay que buscarlas en los modelos productivos, de España y de los países con los que tenemos relaciones económicas, incluyendo las estructuras financieras que guían actualmente en gran medida la asignación de los recursos económicos. Una gran parte de esos recursos ha sido asignada por los grandes poderes e intereses económicos hacia actividades (en España sobre todo las relacionadas con la construcción) incapaces de seguir produciendo valor.

Una economía equilibrada tiene que desarrollar modelos productivos que prevengan y contrarresten las crisis. La nuestra no lo ha hecho así, debido al poder de quienes obtenían beneficios del modelo e intentan ahora librarse de las pérdidas. Así pues, cualquier salida de la crisis será en falso sin cambios profundos en el modelo, pero estos cambios no pueden ser inmediatos y requieren proyectos a medio y largo plazo, a empezar desde ahora mismo.

Un aspecto importante del modelo tiene que ver con la parte de nuestra economía que se relaciona con el exterior. Esta parte es creciente en las últimas décadas, más aún desde la incorporación a la UE y al euro, pero su valor alcanza alrededor del 20% del conjunto, por lo que no debe ser excusa para disminuir los esfuerzos dirigidos a nuestra propia economía interior.

Por grandes sectores, la estructura de las actividades productivas, expresada en porcentajes de valor añadido, es así (Eurostat, 2010) en España y en Alemania, para poder analizar por comparación:

%
España
Alemania
Agricultura, ganadería, pesca
2,7
0,9
Construcción
10,1
4,1
Industria
15,6
23,7
Servicios
71,6
71,3

A esta escala, la mayor diferencia entre las especializaciones productivas de España y Alemania está en el peso de la industria, que constituye el sector con mayor capacidad de exportación, y el que desarrolla las mayores capacidades para aumentar la productividad ante la competencia internacional. España queda atrás en este aspecto, mientras que destaca por el peso de la construcción, incluso después del pinchazo de la burbuja inmobiliaria entre 2008 y 2010.

El peso de los servicios es en ambos casos similar y determinante. A pesar de ello existen importantes diferencias cualitativas, muchas de ellas debidas a efectos de las relaciones entre los servicios y los otros sectores, condicionadas por lo que acabamos de indicar respecto a la industria y la construcción.

Se sabe, al menos desde los análisis de Solow en los años 50, que la mayor parte del crecimiento económico en los países industrializados se debe a aumentos de productividad general debidos a innovaciones tecnológicas, organizativas y comerciales. La mejora del modelo productivo tiene que combinar cambios en la estructura sectorial con aumentos de productividad a partir de las capacidades existentes. No se trata sólo, aunque también, del desarrollo de las actividades que generan más innovaciones (como las informáticas o las biotecnológicas) sino, mucho más, de la difusión de sus aplicaciones por todo el resto de la estructura económica.

Una política para cambiar el modelo productivo tiene que poner en marcha vías de actuación sobre los cuatro elementos ya expuestos que configuran ese modelo. En este sentido puede señalarse lo siguiente:

·   Suele decirse que España necesita empresarios. En realidad el tamaño medio de nuestras empresas es bastante inferior a la media de los países desarrollados y, por tanto, hay aquí una mayor proporción de empresarios y de autónomos. No hacen falta más, sino mejores empresas y empresarios. Esta crisis ha provocado tasas de destrucción de empleo muy superiores a las de caída de la producción, evidenciando que existía una masa de actividades marginales (las primeras en caer) basadas en empleo precario, de baja productividad, bajo coste y fácil de despedir.

Un buen modelo productivo no debe mantener este tipo de empresas con el pretexto de salvar puestos de trabajo. La aceptación de costes y esfuerzos extraordinarios por los trabajadores sólo se justifica en empresas con suficientes expectativas de futuro. En Alemania, la destrucción de trabajo ha sido escasa, a pesar de importantes pérdidas temporales de producción, gracias al predominio de ese tipo de empresas, generalmente integradas en grupos con múltiples relaciones.

·   No es posible tener empresas eficientes sin inversiones adecuadas. El estado puede invertir directamente y hacer políticas que estimulen la inversión, pero la inversión pública es imprescindible para establecer infraestructuras de soporte para el resto de la economía, y en otros terrenos (incluido el financiero) es una alternativa válida y necesaria a la empresa privada.

El desarrollo de empresas requiere estímulos dentro de un entorno de condiciones laborales de calidad. Una de las claves del éxito económico y social del modelo escandinavo ha sido el sistema de negociación sindical de ámbito general, sin dualidades ni zonas negras, y cubriendo a todo tipo de empleo, incluido el inmigrante. Se estimula así la inversión en las empresas para alcanzar las productividades que permitan cumplir los convenios, justo en la dirección contraria de las recientes reformas laborales en España.

·   Solow, y la experiencia, nos han mostrado la importancia de la innovación para mejorar los modelos productivos. Para ello el estado tiene que apoyar activamente a las actividades innovadoras, porque sus resultados producen efectos que se difunden por la sociedad (externalidades) más allá del interés particular de los propios innovadores. Pero no cualquier apoyo es útil. Es necesario que las ayudas no se reduzcan a simples transferencias a los agentes privados, sino que aseguren avances que no se hubieran producido sin ellas (adicionalidad).

En investigación básica esto se traduce en una mayor generación de conocimientos científicos en universidades y centros públicos. Para el desarrollo tecnológico hay que promover la cooperación de las universidades y centros públicos con las empresas, estimulando una implicación económica de éstas, que en España es aún escasa. El estado cuenta además con el instrumento de las compras públicas, que pueden constituir una palanca para sectores con fuerte capacidad de empleo innovador, como la sanidad, la asistencia social, la conservación del medio natural, o la seguridad. También con la participación pública compartiendo el riesgo y el beneficio de nuevas empresas tecnológicas.

·   La calidad del factor trabajo depende de su formación, tanto de la inicial como de la continuada en el empleo. La primera requiere ampliar y mejorar el sistema público universal hasta la edad legal de trabajo, cubriendo la educación básica, la formación profesional, y el acceso a la formación universitaria para todos los que demuestren la capacidad necesaria. La segunda implica estabilidad suficiente en los empleos que permita implementar programas de formación para la adaptación a las necesidades concretas y los cambios tecnológicos. Sólo un buen reparto de responsabilidades entre el estado, las empresas y las organizaciones sindicales puede hacer eficaces las políticas activas para el empleo de calidad.

·   Los cambios en el modelo productivo implican movilidad. Los costes de esa movilidad no pueden recaer exclusivamente en los trabajadores afectados. En el aspecto funcional es necesaria también la colaboración activa entre el estado, las empresas y los sindicatos, para facilitar las reconversiones y recolocaciones. En el aspecto geográfico tienen que promoverse, con normativas y ayudas, las facilidades para el alquiler de viviendas.

·   La baja tasa de población activa en comparación con la media de los países desarrollados, constituye una de las desventajas más notables de nuestro actual modelo productivo. El factor principal es aquí la caída en esta tasa para las mujeres a partir de los 30 años. Las medidas políticas necesarias pasan por cuestiones como la no discriminación en los puestos de trabajo, las garantías laborales para la maternidad, los horarios laborales racionales, y la extensión de los sistemas públicos de educación preescolar y de atención a los dependientes, para liberar a las mujeres de tareas domésticas de las que mayoritariamente se vienen ocupando.

Manuel Gamella

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