Es necesario un nuevo modelo productivo, algo que nadie o casi nadie lo discute.
Una perspectiva radical y profunda de lo que debe ser un nuevo modelo productivo; pero no se puede hablar de nuevo modelo productivo sin tener en cuenta el factor energético lo que implica un enfoque de la misma intensidad de lo que debe ser su sistema energético, entendiendo por tal el modo de producción de una determinada sociedad examinado desde el punto de vista energético. Esta afirmación se hace aún más vigente ya el actual que modelo productivo, desde hace casi 200 años, está basado en el uso de los combustibles fósiles y la producción, transformación y uso final de la energía son los principales responsables del cambio climático.
Razones ecológicas
En primer lugar están las cuestiones ecológicas derivadas del uso de combustibles fósiles; en particular un cambio climático[1] que no se debe a la actividad humana en general; sino al modelo productivo actual ya que el punto de inflexión de la curva de concentraciones atmosféricas en CO2 coincide con la revolución industrial y el comienzo de la dinámica de acumulación capitalista.
No podemos olvidar que el sistema climático está al borde del infarto y la UE y por lo tanto España, es uno de los mayores responsables de ello. Es necesario evitar catástrofes irreversibles -cuyas víctimas no serán precisamente los habitantes de la parte “rica” de la UE, sino muchos de los de los nuevos países miembros y de algunos “veteranos” como Grecia, Portugal y…,¿por qué no? España y, sobre todo se contarán entre los tres mil millones de personas más desfavorecidas que aspiran a una vida digna- y ello impone reducir radicalmente las emisiones de gas de efecto invernadero.
No podemos dejar de mencionar la degradación ambiental que produce el uso de este tipo de fuentes energéticas, tales como la producida por las extracciones, factor que se acrecienta cuanto más difícil es acceder a sus fuentes, así como la contaminación de suelos y acuíferos consecuencia el uso de fertilizantes, vertidos, etc… que traen consigo un sistema productivo basado en el uso de los combustibles fósiles y no sólo para la producción de energía.
Todo ello nos ha llevado a una crisis ecológica y social, por lo que ante esta situación necesitamos compromisos medioambientales estrictos; lo que en materia energética supone reducir el consumo de las energías fósiles en los países más desarrollados entre los que se encuentran la mayoría de los de la UE.
Las fuentes de Energía
En segundo lugar, pero no menos importante están las cuestiones relativas a las fuentes energéticas. Y aquí, la situación es, al final, bastante simple. Pero hemos llegado a un punto en el cual no podemos aumentar mucho más la cantidad de energía disponible para las actividades de un modo de producción actual no puede proseguir si no es mediante un consumo cada vez mayor de energía.
Es más, las fuentes no renovables de energía están llegando a su fin, al menos en cuanto a su rentabilidad y eficiencia energética neta, el petróleo ya alcanzó su “pico”, o lo que es lo mismo a su máximo productivo en 2006 y su producción sólo puede aumentar si se extrae de arenas bituminosas, esquistos...; que son petróleos de menor poder energético, mayor coste energético de producción y, por lo tanto de Energía Neta muy baja, y un fortísimo impacto ambiental.
Por su parte el gas natural lo alcanzará en 2020 y el carbón pocos años después, amén del uranio que nunca contemplaremos como una alternativa.
Por otra parte, se está demostrando que la energía procedente de fuentes renovables-solar, eólica, geotérmica, de las mareas, etc…-, aún en su máximo desarrollo tecnológico y productivo, no van a poder ni de lejos satisfacer el actual consumo de energía procedente de combustibles fósiles no puede ser absorbido por las renovables que también tienen sus limitaciones, incluso sociales y ecológicas.
Sobre otras renovables, también de origen solar, como los biocombustibles hay que decir que cambiar alimentos por combustible además de un crimen supone un mayor control del capital sobre la producción agraria y desde una perspectiva técnica, es que la Energía Neta de estos combustibles es muy baja e, incluso en algunos casos negativa.
La biomasa, otra fuente de energía también de origen solar, como una alternativa energética a gran escala trae como consecuencia el acopio por parte de las grandes corporaciones de tierras cultivadas por los pueblos indígenas, convirtiéndolas en plantaciones industriales de madera para biomasa que, incluso se presentan como plantaciones sumideros de CO2 y por lo tanto dentro de la estrategia capitalista contra el cambio climático.
La captura y almacenamiento de carbono no es la solución, si no que debemos oponernos a ello, ya que no sólo no es la solución, sino que además es una medida puramente neoliberal encaminada a continuar con el actual modo de producción basado fundamentalmente en los combustibles de origen fósil.
Además hay que tener en cuenta que, aunque se basen en tecnologías idénticas, modos de producción energéticos diferentes, implican sistemas energéticos diferentes y, por lo tanto una organización económica, social y política diferentes. Un sistema energético basado en instalaciones de captación fotovoltaica de energía solar doméstica o que abastezca a un pequeño municipio, será a la fuerza menos centralizado que otro basado en la instalación de plantas gigantes como de la que se habla de instalar en el Sahara
Sistema energético diferente
Estamos pues abocados a ir avanzando hacia un nuevo sistema energético que implicará una revolución en el proceso de producción de las fuentes de energía, de distribución de la misma e, incluso, de su consumo. Es imposible separar la idea de un nuevo modelo productivo, de la de nuevas fuentes de energía, en particular la solar y sin una transformación del aparato productivo energético y de los modelos de propiedad del mismo; así como también lo es el no hacerlo de un modo de consumo y un modo de vida diferentes basados en las verdaderas satisfacciones sociales.
No se debe hablar de ahorro y, al menos en los países desarrollados, si hacerlo de una disminución del consumo energético prolongado y de gran magnitud.
No resulta fácil medir lo que ello supone para la producción material y para el transporte, el actual es rigurosamente insostenible, pero es evidente que el objetivo no podrá ser alcanzado simplemente con la eliminación de las producciones inútiles y dañinas (armamento, publicidad, yates de lujo y aviones privados, etc.), eliminando la obsolescencia programada de los productos o suprimiendo el consumo ostentoso de las capas más ricas de la clase dominante...
Serán necesarias medidas más radicales; medidas que, al menos en los países desarrollados, repercutirán sobre el conjunto de la población. O lo que es lo mismo, la transición a otro modelo productivo se deberá hacer en condiciones muy distintas a las que se propugnaban en el siglo XX y sobre las que, sin embargo, se sigue incidiendo.
Lo anteriormente dicho no tiene nada que ver con el decrecimiento, posición que en parte comparto en cuanto al análisis que hace del consumo y sus excesos, pero no en cuanto a que no cuestiona el modo de producción en su totalidad que al mismo tiempo que genera “consumo por el consumo” también produce infraconsumo crónico en amplias capas de la población. El decrecimiento, al menos como lo expresan sus principales teóricos, no constituye un proyecto de modo de producción diferente y menos de sociedad, siendo en todo caso un “imperativo cuantitativo de un período de transición por lo que constituye la formulación de un modelo que podemos definir como de “capitalismo estacionario”, lo que es una contradicción en sus propios términos.
Junto con la disminución del consumo, un nuevo modelo energético debe tener un fuerte componente de autoabastecimiento de energía, fundamentalmente de origen solar a pequeña y mediana escala, donde también es importante el uso de la biomasa, o una escala que disminuya la centralización y concentración de la producción energética y su transporte al mínimo.
Concluyendo, en materia energética, la regulación racional de los intercambios de energías humanidad-naturaleza requiere un proyecto de sociedad basado en las energías renovables, la descentralización en la producción, y en la utilización ahorradora, incluso reductora, de la energía; o dicho de otra manera, la vía está en “liberar” el desarrollo de las fuerzas productivas de “las trabas capitalistas”, avanzando hacia un cambio del actual modo de producción para él que es imposible tanto la sobriedad del consumo energético, como su descentralización. Avance mediante el indispensable desarrollo democrático de las fuerzas productivas de unas energías renovables que cumplan unas condiciones mínimas como ser capaces de proporcionar una cantidad sustancial de energía; tener un rendimiento de energía neta de 10:1 o más y no tener un impacto ambiental, climático o social inaceptable.
José Ramón Mendoza
[1] El sector de la energía fue la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero en 70 países en desarrollo, mientras que en otros 45 lo fue el sector de la agricultura (América Latina y Caribe) y en 6 el sector de residuos. La agricultura fue el segundo emisor más grande en la mayoría de estos países (27%), seguida del sector industrial (6,2%) y luego los residuos (4,3%). La única región en la que el sector de los procesos industriales es una fuente importante de emisiones es Asia - Pacífico.
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