ARA ÉS L´HORA (AHORA ES LA HORA )
Me
ha cogido la Diada
en Barcelona. No he querido, por supuesto, vestido de rojo o amarillo,
ser un soldado más de las disciplinadas escuadras que han formado la V de la Victoria por la Diagonal y la Gran Vía. Desarmado el
ejército rojo, el federal, de izquierdas, de la Barcelona abierta y
humanista que yo conocí, las tropas nacionales parecen haber alcanzado los
últimos objetivos…
Viendo
los lemas de la manifestación, hay uno que me gustaría comentar: “Ara és
l´hora”. “Ara” porque coincide con el trescientos aniversario de la rendición
de la ciudad de Barcelona (no de Cataluña en su conjunto) en 1714 a las fuerzas
borbónicas -es decir, a los intereses franceses- en la guerra de secesión.
Ahora porque, repiten de carrerilla varios millones de telespectadores de TV3,
la independencia será bien la solución de todos los males, bien la manera
más eficiente de pasar página a la
España casposa de Rajoy, Aguirre, Gallardón, Montoro, Rouco,
etc., bien una opción para que, fragmentando el territorio, el ámbito de
decisión política, sea más fácil el cambio revolucionario.
Sin
embargo, por mucho que me lo quieran vestir de clamor popular, de innegable
“derecho a decidir”, lo que se está dirimiendo “ara” es la suerte futura del
capitalismo catalán (un capitalismo con componentes distintos a los del
capitalismo “a la gürtel” madrileño o a los del “low cost”
andaluz), y hay que reconocer que los “intelectuales orgánicos” de ese
capitalismo han vuelto a tener, como en tantas ocasiones antes, al “pueblo” de
su lado.
En
la historia del capitalismo catalán ha habido muchos momentos críticos. Para
defenderse de los carlistas y de los republicanos federales, el “pueblo”
catalán fue isabelino borbón a mediados del siglo XIX; durante la Restauración , con
otro borbón, la riqueza del principado se engrandeció echando mano de un
nacionalismo bipolar: la nación como objetivo político en el territorio de
Cataluña y la nación como mercado en el conjunto de España. Era la
época de la Lliga
de Cambó en la que Cataluña pesaba en el Estado; es más, controlaba el Estado
español. En ese contexto, el general Martinez Anido ejerció de mamporrero
entre 1919-1922 contra los trabajadores, al servicio de la burguesía del
Eixample. A Franco, el “pueblo” barcelonés le formó otra V de pañuelos
blancos en 1939. En los sesenta, volviendo del revés una reciente
ocurrencia de Rajoy, Cataluña vivió con corazón andaluz. Desde la transición,
los directivos del Fomento Nacional han copado los puestos directivos de la CEOE , etc.
Algo
distinto ha ocurrido desde hace unas décadas para acá. “Ara” ni las muletas
políticas que usó ese capitalismo existen, ni Cataluña tiene ya Estado que
ocupar como antes -el poder es ahora transnacional y financiero-, ni el mercado
español o “nacional” es ya suficiente para un capitalismo con destino en lo
universal. España es más bien un estorbo. En mercados globales, sin
muletas, “ara” hay que competir sin fronteras, y para eso hay que ir reforzando
y haciendo nacionales las estrategias adecuadas; una es tratar de reducir
costes, revolviendo a un “pueblo” que cuenta en céntimos contra la
solidaridad interregional -España nos roba-; otra es acumular
capital social para legitimar y concitar voluntades en torno a su nuevo
proyecto. El tercer objetivo en tiempos de recortes y competitividad global
es segmentar los daños colaterales, fragmentando la población entre los
cuatribarrados y la gente corriente, dividiendo al enemigo potencial. Al fin y
al cabo, los nacionalismos no son sino una estrategia, aunque inútil, para desviar
la atención de los problemas implícitos a cualquier tipo de capitalismo.
Carlos ARENAS POSADAS
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