jueves, 31 de enero de 2013

Perspectivas de la economía española a un año vista. Por Enrique Viaña Remis


Enrique Viaña es Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Castilla-La Mancha, ha sido asesor durante muchos años de CCOO y destaca por sus posiciones progresistas y de izquierda que une a sus propuestas académicas e investigadoras, divulgadas con éxito a través de su Blog "killer cost", altamente recomendable. En esta entrada, que reproducimos de su Bitácora, se dibujan algunas de las ideas del autor sobre las negativas consecuencias de las decisiones económicas del Gobierno.

Cualquiera hubiera dicho que, con los antecedentes de meses atrás, enero de 2013 iba a ser un «mes negro» para la economía española. Sorprendentemente, está resultando, en cuanto a expectativas a muy corto plazo, el mes más dulce desde hace años. Sin duda alguna, hay una operación mediática detrás. El gobierno Rajoy, que tomó posesión en diciembre de 2011 pavoneándose de que iba a devolver la confianza a los mercados ipso facto, se encontró en pleno verano con un aumento brutal simultáneamente del paro y de la prima de riesgo. Ahora, aprovecha con desesperación cualquier dato favorable para dibujar un cuadro «esperanzador», que permita al presidente repetir su manoseado mantra: «2013 será un año duro, pero a fines del mismo y con toda claridad en 2014 se reiniciará el crecimiento». Y lo cierto es que datos favorables no han faltado. La balanza comercial, sobre todo, ha mejorado notablemente; gracias a la reforma laboral, que ha facilitado la necesaria devaluación interna, lo que a su vez ha mejorado la competitividad, según se nos dice. También contribuye la reforma bancaria, con el rescate pactado en junio y efectivo desde diciembre, que está devolviendo cierta confianza a los mercados en nuestro sistema financiero, considerado hace un año el más problemático del mundo. En conjunto, esos factores (no hay mucho más) han ayudado a mejorar el clima de las subastas de deuda pública, y consiguientemente a reducir la prima de riesgo, con lo que la Unión Europea y el Banco Central Europeo, deseosos de quitarse el peso muerto de la crisis española de encima, han echado las campanas al vuelo. Merkel insiste en que la crisis de deuda soberana no está resuelta, pero su voz como que se oye menos en estas fechas. El Wall Street Journal alaba la diligencia del gobierno español y dirige los tiros de los mercados contra Francia. Bien, ésta sí que está siendo una cuesta de enero dulce para el gobierno, que no para los ciudadanos.

jueves, 24 de enero de 2013

“Desarrollo sostenible” (yII): una contradicción similar a la de “ser vivo inmortal”. por


“Desarrollo sostenible":
una contradicción similar a la de “ser vivo inmortal” (yII).


Romper con todo lo anterior
Hay que romper con la indefinición intencionada del concepto de desarrollo sostenible. Si por desarrollo se entiende el crecimiento permanente de algo físico o una aceleración sostenida por una fuerza constante, es seguro que no puede ser viable a largo plazo en el mundo físico, ya que se está eludiendo una verdad incontestable: el sistema económico es un subsistema que debe convivir dentro de la capacidad del sistema ecológico y la acumulación de capital se produce en contextos históricos, geográficos y espaciales. En tal caso el de desarrollo sostenible es una combinación de términos contradictorios o incongruentes entre sí, contradicción similar a la que supondría, por ejemplo, “ser vivo inmortal”.
Esa constante y generalizada referencia a la sostenibilidad por parte de empresas, organizaciones políticas de derechas y de izquierdas, de sindicatos y organizaciones empresariales e, incluso de organizaciones conservacionistas, está sirviendo para ocultar las contradicciones que el “desarrollo” basado en el crecimiento sin límites supone para el entorno natural ya que dese esas esferas no se cuestiona un modelo de producción que implica unas tendencias de desarrollo que solamente pueden tener continuidad a costa de generar unos daños ambientales que pagan principalmente las poblaciones más desfavorecidas, tanto del “centro” como de la “periferia” del sistema; que conducen al desastre ecológico y que por lo tanto, son inaceptables para la humanidad y el planeta.
Para que el término “desarrollo sostenible” no sea contradictorio en si mismo, tenemos que utilizar la idea de sostenibilidad como la política que debemos aplicar para evitar la degradación del patrimonio natural y construido entendido en términos físicos, contraponiéndola a la que valora la pérdida o degradación de patrimonio solamente en términos monetarios. Tenemos que hablar de una filosofía y de una política económica diferente.
Ello es posible si por sostenible no se entiende la vaciedad de la que hemos hablado, sino políticas tendentes a asegurar el que las generaciones futuras puedan vivir dignamente en este planeta frente a un modo de legitimar la continuidad del actual modelo de desarrollo y la acumulación futura de capital.

martes, 22 de enero de 2013

“Desarrollo sostenible” (I): una contradicción similar a la de “ser vivo inmortal”. por José Ramón Mendoza


“Desarrollo sostenible”: una contradicción similar a la de “ser vivo inmortal” (I).
La expresión de “desarrollo sostenible”, si relativamente nueva en cuanto a tal, no lo es tanto en cuanto a idea: desde la Ilustración y más aún con el auge del estudio de las “Ciencias Naturales” y más especialmente con el nacimiento del naturalismo conservacionista del siglo XIX y primeros del XX, se pueden encontrar elementos incipientes de lo que, en los años sesenta y setenta del siglo pasado empezó a tomar forma hasta que la expresión se hizo universal.
Fue «Nuestro futuro común. El porvenir de todos nosotros» de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas, conocido como “Informe Brundtland” (1987) el que introdujo el concepto de desarrollo sostenible, definiéndolo como aquél que satisfaciendo las necesidades de las generaciones presentes, no compromete la capacidad de las futuras para satisfacer sus propias necesidades, lo que aparentemente implica una responsabilidad intergeneracional al plantear este como “un nuevo sendero”.
Hablar de no comprometer el futuro las generaciones venideras no es nuevo; como señala J.B. Foster, ya Marx ponía especial énfasis en el hecho de que es necesario conservar la naturaleza para que “la cadena de las generaciones humanas” pueda seguir existiendo.
Lo anterior no constituye una frase aislada en su elaboración teórica, también en “El Capital” Marx expresa esta definición de lo que ahora se ha dado en llamar “desarrollo sostenible” cuando dice que “el trato consciente y racional de la tierra como propiedad comunal permanente….es la condición inalienable para la existencia y reproducción de la cadena de generaciones humanas”, y en su obra “La Ecología de Marx” recoge el siguiente pasaje de “El Capital” que califica de “verdaderamente notable”:
“Mirada desde una formación económica superior, la propiedad privada de la tierra en manos de determinados individuos parecerá tan absurda como la propiedad privada que un hombre posea de otros hombres. Ni siquiera una sociedad o nación entera, ni el conjunto de todas las sociedades que existen simultáneamente son propietarios de la tierra. Son simplemente sus posesores, sus beneficiarios, y tienen que legarla en un estado mejorado a las generaciones que les suceden, ‘como boni patres familias’ [buenos padres de familia]”. (K. Marx. El Capital Tomo 1)
Así, quizás con expresiones más románticas y poéticas, Marx ya captaba y avanzaba hace 150 años la actual noción de desarrollo sostenible de manera similar que no idéntica a como la define el Informe Bruntland que, al contrario que Marx exagera y pone el énfasis del concepto de desarrollo sostenible, en la importancia del crecimiento económico.

viernes, 11 de enero de 2013

Cómo encajar al médico, al ciudadano y al político en la bioética: el conflicto sanitario, por Lorenzo Fernández Fau


Cómo encajar al médico, al ciudadano y al político en la bioética: el conflicto sanitario

El actual conflicto sanitario madrileño ha permitido aflorar un conjunto de cuestiones relacionadas con el título de este artículo que hasta ahora permanecían soterradas.

Ante todo, y tal como he planteado en un escrito previo, que la movilización de la ciudadanía bien informada constituye uno de los mejores instrumentos para frenar, incluso para revertir, los proyectos poco meditados, también engañosos, que surgen de la arbitrariedad en algunos segmentos de la clase política.

Por otro lado, que la moderna bioética puede jugar un papel de primer orden para conceptualizar el conflicto y aportar argumentos que influyan en la solución del mismo. Y para llevar a cabo tal tarea es preciso realizar un recorrido conceptual acerca de la materia citada aunque este sea, por razones obvias, apresuradamente sintético.

En 1976, y después de 4 años de trabajo, el Informe Belmont vino a sentar las bases conceptuales de la bioética tras un consenso de mínimos. Un término que había sido acuñado por Potter seis años antes y que puede definirse como la aplicación de los principios éticos y morales al concepto y a la práctica de las ciencias de la vida. Y esos principios básicos se plasmaron definitivamente en cuatro máximas: Beneficencia, No-maleficencia, Autonomía y Justicia.

Ahora bien, la aplicación práctica de las máximas antes aludidas puede no ser tan sencilla puesto que, en determinadas circunstancias, llegan a entrar en conflicto unas con otras. En estos casos será preciso determinar si el criterio de justicia debe prevalecer sobre los otros, y así sucesivamente. Teniendo en cuenta que los cuatro principios son de obligado cumplimiento será necesario establecer una estrategia jerárquica de aplicación. En ese sentido, en el caso que nos ocupa, sería deseable prestar más atención a los principios de No maleficencia y de Justicia.

No maleficencia no es, como en ocasiones erróneamente se interpreta, lo contrario de beneficencia. Se trata, en realidad, de la aplicación del principio primun non nocere: no hacer daño. La no maleficencia obliga a todos de forma primaria porque no es lícito hacer el mal. De los cuatro principios aludidos, es éste el único que puede resultar doloso desde el punto de vista del derecho penal.

Con relación a la Justicia, en el ordenamiento bioético es preciso hacer algunas puntualizaciones, aunque necesariamente circunspectas. Podría decirse que en los términos bioéticos que aquí es preciso exponer la justicia moral ha pasado por los mismos avatares evolutivos que la justicia legal, o jurídica. En realidad, la justicia estaría vinculada a las vicisitudes políticas, económicas y sociales de la humanidad, recorrido excesivamente largo para poderlo extractar en tan corto espacio como corresponde a este artículo.

En consecuencia, se ha pasado desde una justicia natural a la marcada por el contractualismo liberal para, más tarde, llegar a la justicia de la igualdad social y de utilidad pública. Finalmente, y en relación con este apartado acerca de la justicia en la bioética, el informe Belmont la define como la imparcialidad en la distribución, tanto de los riesgos y beneficios como de los recursos.