miércoles, 15 de julio de 2015

Reflexiones sobre las izquierdas españolas (y 4), por Javier Aristu

REFLEXIONES SOBRE LAS IZQUIERDAS ESPAÑOLAS (y 4), por Javier Aristu
4.   Europa, Europa. Casi todo el mundo habla en estos días —bueno, se habla desde hace bastantes meses— del fracaso de Europa como proyecto político de unidad. Algunos dicen que la crisis de la moneda única puede estar llevando al proyecto de Unión Europea al fracaso. Angela Merkel decía en 2012 que “si el euro fracasa, fracasa Europa”. Y en esas estamos. Lo que sin duda ha sido una de las iniciativas más sugerentes y originales de la historia política de los últimos cincuenta años está a un tris de terminar sus días, o al menos de quedar golpeada y tocada durante muchos años. La crisis financiera y el cambio económico global puede significar un golpe decisivo para este proyecto. Es muy recomendable la lectura del libro de Perry Anderson, El Viejo Nuevo Mundo, por el análisis que hace de esa construcción atípica de un proyecto transnacional, y al calor del referéndum griego el politólogo francés Gaël Brustier ha desarrollado en estos días en el diario digital Slate un interesante estudio sobre el actual choque de soberanías.

Pero hablemos en pocas palabras de la responsabilidad que la izquierda europea ha podido tener en esta situación actual. No vale solo con achacar a los banqueros y los poderes económicos internacionales la responsabilidad de esta crisis europea. La Europa de los mercaderes ha sido seguramente una de las frases más repetidas en las filas de la izquierda pero no sabemos todavía cómo construir esa Europa social que tampoco se sabe muy bien qué quiere significar.

Lo primero que hay que decir es que la izquierda europea llegó tarde al proyecto de unidad europea. Tras la 2ª guerra mundial, solo una parte de la socialdemocracia europea se incorporó al proyecto de unidad económica que arranca a mitad de la década de los 50 y que, conviene recordar, surge de un núcleo de pensamiento europeísta y federalista pero que no es de izquierda; Spinelli, Schuman, Monet, el grupo de Ventotene (anterior a la década de los 50) forman parte de un pensamiento progresista, pero no del campo de la cultura de izquierda. Solo desde una cierta subalternidad la izquierda socialista y socialdemócrata francesa, belga, italiana, alemana, holandesa, se incorpora al proceso. En el caso del PSOE, inexistente como partido con influencia nacional entonces, el seguidismo europeísta no le creará problemas. La otra parte, la izquierda comunista (francesa especialmente pero también la italiana hasta los años 60) considera, desde un pensamiento bipolar y de dos potencias, al proyecto europeo como un instrumento del imperialismo. Los comunistas españoles no tenían entonces posibilidades de pensar en Europa; su obsesión era sobrevivir en una clandestinidad terrorífica. Solo a partir de mitad de los años 60, en pleno corazón del impresionante crecimiento económico de esa década, en plena revolución industrial fordista de los coches, el turismo, el consumo y lo que llamábamos entonces el “neocapitalismo”, el comunismo italiano va a romper con su rechazo y se incorporará decididamente a la estela de construir unproyecto europeo de unidad federal. El resto de los partidos comunistas seguirá la onda soviética y considerará a la CEE como imperialismo.

Reflexiones sobre las izquierdas españolas (3), por Javier Aristu

REFLEXIONES SOBRE LAS IZQUIERDAS ESPAÑOLAS (3), por Javier Aristu
¿Y ahora qué?
5.   Y en estos momentos tan dramáticos, en el mundo, en Europa y también en nuestro país, nos encontramos con una izquierda minusválida, disminuida, sin potencia creadora, sin capacidad generativa de propuestas para la mayoría social, compitiendo por pequeños espacios del patio de juegos del colegio cuando fuera del mismo está produciéndose un inmenso conflicto social.

Podemos surgió hace  exactamente 18 meses y sigue marcando referencia electoral y política —los sondeos siguen dándole previsiones de voto en torno al 20 por ciento, lo cual significa un hecho político sin duda muy relevante, acostumbrados a los históricos resultados de IU, su al parecer precedente sociológico-electoral. Al mismo tiempo es altamente revelador la significación que tiene Podemos entre los ambientes de la izquierda alternativa —la que critica a los partidos actualmente en el sistema parlamentario— de países como Francia, Reino Unido o Italia. Cuando uno recorre ciertos medios de este color político se asombra por las lecturas que desde esos países se hace del fenómeno Podemos, estableciendo paralelos sin matices con Syriza, formación que por otra parte Iglesias no deja de jalear y con la cual él también equipara a Podemos. Para estos círculos intelectuales y mediáticos Podemos sería el único instrumento de cambio del sistema político español. Cosa que, visto con los ojos del español medianamente informado, sabemos que no responde exactamente a la verdad.

Podemos, surgido en enero de 2014, es resultado de varias frustraciones culturales y sociales más que de la efervescencia ciudadana.  En mi opinión, para definir a Podemos es indispensable valorar el aspecto generacional:  sus dirigentes tienen menos de 40 años  y la mayoría de ellos o bien militaron en formaciones políticas de izquierda radical (IU, Partido Anticapitalista) o bien en movimientos sociales de diverso tipo. Sin embargo, no lograron desarrollar carreras políticas en esas plataformas y al construir este nuevo partido, formado en su inmensa mayoría por cohortes nacidas después de 1977, en cierto modo transfieren a sus proyectos, lenguajes y propuestas, la insatisfacción de una generación que, en su opinión, no han conseguido el “éxito social” que ellos esperaban. Podemos es la expresión política de una clase media urbana frustrada en sus expectativas, que se siente también huérfana de otra revolución, la tecnológica, cultural y consumista, aquella que la iba a llevar «a la prosperidad y la cumbre de toda buena fortuna» (Lazarillo de Tormes).

Es significativo, a su vez, la cultura política que impregna a sus discursos y lenguajes: nada renovadores, nada modernos; más bien, sometidos al viejo estilo leninista de minorías y mayorías sociales, vanguardias y masas (ciudadanía), teoría de unos intelectuales preclaros y seguimiento de la militancia de esos preceptos. Todo, evidentemente, rodeado por un complejo de significantes relacionados con el populismo más veterano.

Otro detalle no menos importante de lo que revela la actualidad y éxito de Podemos es la ausencia de cualquier referencia al conflicto entre trabajo y capital. Para los líderes de Podemos este engranaje de la lucha social, de existir,  se halla oculto bajo el más relevante conflicto entre Pueblo y Casta. Todo ello nos aporta un dato más de la derrota de la izquierda ligada al trabajo. Hoy, lo repetimos una vez más, el mundo del trabajo se ha quedado sin referentes políticos en España, y Podemos más que apostar por este vector lo que va a hacer es difuminarlo en un viejo populismo, donde no hay clases ni tensiones sociales, solo un Pueblo que quiere liberarse de una Casta.

Es obvio que en los últimos años han tenido que producirse en España procesos de cambio social significativos como para dar lugar a estos fenómenos políticos y culturales como los de Podemos y otras fuerzas electorales. Y la izquierda ha sido seguramente un invitado de piedra en los mismos. Ahora bien, ¿es esta la última escena de una película que va a terminar? ¿Desaparecerá la izquierda política del mapa español a favor de este tipo de partidos transversales, sin programa social, hechos para ganar votos de la protesta amorfa y desorganizada? En mi opinión, Podemos no es una salida de largo aliento, no contiene en su interior ni en sus capacidades un proyecto a largo plazo. Es posiblemente gaseosa que cuando se le vaya el gas perderá fuerza. Y entonces habrá que contar desde la izquierda con una expresión política seria, coherente, ambiciosa en las ideas y consistente tanto en lo programático como en lo organizativo. No sé si entonces será posible hallarla.

¿Cómo reconstruir ese instrumento útil para ayudar a salir a la gran mayoría de este agujero de depresión y crisis? Paso a exponer algunos elementos que me parecen interesantes para ese objetivo:

Nunca digas “ahora o nunca”, por Daniel Kaplún

Nunca digas “ahora o nunca”, por Daniel Kaplún
Transcurrido algo más de un mes desde su celebración, ya se han escrito (y se siguen escribiendo) ríos de tinta sobre los resultados de las pasadas elecciones municipales y autonómicas. No pretendo, por lo tanto, incorporar nuevos elementos al respecto, sino más bien sintetizar, de forma crítica y personal, las distintas aportaciones que se han ido volcando en los numerosos artículos publicados, y las iniciativas y reacciones políticas que se han ido generando a lo largo de estos días.


1.    El bipartidismo está tocado, pero no hundido
En el acumulado nacional de las elecciones locales, el PP obtuvo un 27,05%, y elPSOE un 25,02%, lo que viene a representar en conjunto un 52,07% de los votos válidos para el llamado “bipartidismo”.
A nivel autonómico, considerando el acumulado de las 13 comunidades en las que se celebraron estas elecciones, los resultados son aún menos rupturistas: el PP un 30,45%, el PSOE un 24,83%, lo que viene a sumar un 55,28% para el dúo de la alternancia tradicional.
A la vista de estos datos, no puede afirmarse que el bipartidismo esté acabado, y menos aún si lo comparamos con los votos obtenidos en las anteriores elecciones europeasPP, 26,06%PSOE, 23%acumulado de ambos, 49,06%. Es decir que no sólo no ha seguido retrocediendo, sino que ha recuperado parte del terreno perdido desde 2011. Y, lo que es aún más grave, nos guste o no, el PP sigue siendo la fuerza más votada en el conjunto del territorio nacional, pese a los recortes, la corrupción, las privatizaciones, la precarización, el desempleo y todas las demás responsabilidades que se le puedan atribuir (con toda razón, pero con efecto electoral cuando menos insuficiente).
La mayor o menor habilidad de la izquierda para tejer alianzas (entre sí y con otras formaciones) en cada territorio concreto va consiguiendo que el PP pierda una parte importante de su poder territorial, pero de ningún modo por la fuerza de una única organización, por más ciclónica que ésta haya pretendido ser (o lo haya aparentado, al calor de los sondeos de intención de voto publicados).
2.    Y Podemos no puede
Porque, entre tanto, los resultados obtenidos en las autonómicas por Podemos, el partido del “ahora o nunca”, tienden a sugerir que, en contra de lo que predica su slogan, “el momento NO es ahora”: un 14,16% en el acumulado de las 13 comunidades, es decir algo muy similar a lo que los sondeos pronosticaban para Izquierda Unida antes de la entrada en escena de la organización del círculo morado.
A nivel municipal, como es sabido, la comparación es prácticamente imposible, puesto que Podemos no se ha presentado con su propia marca, y sus organizaciones locales, cuando se han implicado, lo han hecho en candidaturas mixtas, de composición y forma jurídica extremadamente variadas, lo que imposibilita cualquier acumulación.

Reflexiones sobre las izquierdas españolas (2), por Javier Aristu

REFLEXIONES SOBRE LAS IZQUIERDAS ESPAÑOLAS (2), por Javier Aristu
[Continuamos la publicación de esta serie de apuntes sobre la situación y perspectivas de la izquierdas españolas]

3.    Una de estas razones que explicarían ese discutido y discutiblefracaso, y que tiene que ver con un componente decisivo de las izquierdas española (el PSOE), es la obsesión por adaptarse a las circunstancias, por construir un modelo de gobierno basado exclusivamente en la gobernabilidad, donde por tanto solo se ponen sobre la mesa las referencias políticas o partidarias, es decir, el juego de fuerzas parlamentarias que permiten gobernar, excluyendo de esa perspectiva al resto de los protagonistas sociales y políticos, llámense sindicatos, organizaciones sociales diversas, y otras, e ignorando cualquier apuesta por una verdadera transformación de esas correlaciones en el terreno social. Y si existe un proyecto social es porque esté ligado a la referencia electoral, es decir, quién me vota y por tanto, para quién debo actuar a fin de que me siga votando. Clientelismo y adaptación al medio son la forma de sobrevivir como fuerza política, siempre centrados, siempre moderados, siempre siguiendo la moda… que en este caso la marca, obviamente, el verdadero poder, ese conglomerado de bancos, instituciones, medios y centros de opinión que inundan la sociedad con su catarata de ideas y de propuestas. Si se sigue la cadena de ministros de Economía y de Industria, de dónde procedían y dónde han terminado tras su paso por los gobiernos de Felipe González o de Rodríguez Zapatero, me entenderán mejor.

El único gran proyecto socialista ha sido el de la modernización de España. Pero ¿qué es modernización? ¿Es toda modernización positiva? Otra vez el asunto del lenguaje que nos confunde, nos distrae de los verdaderos objetivos. Es evidente que la modernización española dirigida por Felipe González se convirtió en marca emblemática de nuestra imagen ante Europa y el mundo. Aquella consistió fundamentalmente, en mi opinión, en 1) instalar y ampliar un sistema de cobertura estatal que cumpliera las expectativas de derechos y de desarrollo de los ciudadanos. Me refiero especialmente al sistema educativo, al sanitario y al de pensiones que han venido en llamar nuestro estado del bienestar. 2) facilitar y dar cobertura estatal y legal al desarrollo de una fracción del capitalismo español al que le interesaba penetrar en el marco europeo y formar parte de ese diseño transnacional. Para ello no dudó en iniciar y potenciar políticas de reconversión industrial y sectorial pero que más que reconversión fueron un auténtico hachazo a la planta industrial española. A su vez, acometió la tarea que la UCD y los gobiernos del tardofranquismo no pudieron hacer: desmantelar el aparato público industrial (el INI) y trasvasar las partes más jugosas y productivas a la banca y a los sectores económicos que le apoyaban, fueran estos vascos, catalanes o madrileños. 3) acelerar la entrada en las instituciones de Europa, cediendo en aquellos sectores como la agricultura y la industria a cambio de un fin mayor como era formar parte de esa institución ideal. Como ven, los tres puntos que he destacado pueden ser discutidos, debatidos y tratados hasta la eternidad, y desde ángulos diferentes, pero forman sin duda parte constituyente de ese modelo modernizador del que el PSOE tanto sigue vanagloriándose. Se olvida que la sociedad, de forma autónoma y no porque lo mandase el poder político, ya estaba en los años 70, y más en los 80, con potencialidades “modernizadoras” que superaban al propio diseño político-estatal y que dio sus frutos en esa efervescencia social y cultural de la década de los 80. En todo ese marco “modernizador” no podía faltar el distanciamiento hasta límites insospechables en 1977 respecto del mundo del trabajo. Uno de los rasgos fundamentales que caracterizan a esta fase de la historia política española es precisamente esta, la ignorancia por parte del partido socialista respecto de la base social de la que nació en 1879. La fractura entre el PSOE y la UGT a partir de 1988 es solo una foto parcial, aunque muy importante, de esa mutación genética desarrollada en el PSOE que le ha llevado en estas décadas de ser un partido del trabajo, de los trabajadores, nacido en ese universo cultural, a configurarse como un partido atrapatodo, representante de una izquierda lifestyle, superficial en ideas y sin proyecto nuclear relacionado con las transformaciones de ese mundo del trabajo. Los gobiernos, los lenguajes y las políticas del ciclo Rodríguez Zapatero son buena culminación de ese tránsito histórico que no sabemos a dónde definitivamente le puede llevar pero que ha supuesto pocas cosas de positivo para los trabajadores españoles.

Reflexiones sobre las izquierdas españolas (1), por Javier Aristu

REFLEXIONES SOBRE LAS IZQUIERDAS ESPAÑOLAS (1), por Javier Aristu
Comienzo estas notas de verano pocas horas después de que se conozcan los resultados del referéndum griego. El NO ha ganado claramente y nos sitúa a todos los europeos ante un nuevo ciclo, sin duda. Lo que queda por delante es un proceso difícil y tortuoso, como la ha sido hasta ahora, pero el referéndum de ayer pasará a la historia de los buenos referentes. Son muchas las lecciones, contradictorias algunas entre sí, las que se deducen de esta convocatoria ganada por el pueblo griego frente a la tecnoestructura política europea. Tiempo habrá, confiemos en ello, de analizarlas y seguir su desarrollo. Mientras tanto, hablaremos de la izquierda española, inmersa en un nuevo remolino del que todavía no sabemos cómo saldrá.

La invitación que recibí de amigos madrileños de Espacio Plural para participar en un foro de debate que acaban de iniciar en la localidad serrana de Cercedilla, más un conjunto de noticias y acontecimientos que tienen que ver con el pasado reciente de una parte de la izquierda española y el incierto devenir tras las elecciones municipales del pasado 24 de mayo, me incitan a poner por escrito algunas de las reflexiones que he ido teniendo tras estos hechos. Estas líneas que siguen las redacté precisamente para aclarar las ideas que iba a exponer el pasado 3 de julio ante unos 70 cuadros de IU de Madrid Región, teóricamente expulsados junto a otros 5.000 por la actual dirección federal. Me invitaron a exponer lo que yo pienso acerca del momento actual y así lo hice, acompañando en la mesa de intervinientes a Luis García Montero y Rafael Reig, entre otros. En una mañana de sofocante calor, en el pueblo donde se fraguó hace ya treinta años Izquierda Unida, hablé a unos militantes muy afectados por la situación de su partido. Sé que lo allí expuse y aquí reproduzco gustó a algunos y disgustó a otros, como no podía ser de otra manera. A todos les agradezco la sinceridad que tuvieron al manifestar sus opiniones porque creo que es una condición básica para salir del actual momento con mejores bríos. Aquel auditorio mostraba lo que es hoy una parte de la izquierda organizada: cuadros voluntariosos, con mucha experiencia de gestión y de activismo social, pero desconcertados y humillados ante los resultados del pasado 24 de mayo y decepcionados con la dirección de su formación política que, de forma autoritaria, los ha disuelto por decreto.