CON
EL CUCHILLO ENTRE LOS DIENTES
Con
tal pretexto, el Hospital Universitario de la Princesa , situado en la
madrileña y céntrica, calle de Diego de León pasa de ser un centro de renombre
internacional, que da cobertura a cientos de miles de ciudadanos, usuarios, a
un Hospital que tendría la catalogación técnica de Geriátrico.
A
consecuencia de tal proceder desaparecen del mismo servicios de referencia,
altamente especializados, tales como Cirugía Cardiaca, Cirugía Maxilofacial,
Neurocirugía y Cirugía Torácica, entre otros que, además de prestar asistencia
cualificada, realizan investigación que resulta imprescindible para que las más
modernas técnicas clinicoquirúrgicas incidan favorablemente en la salud de los
pacientes que allí tratan de sanar.
Una
vez consumada la nueva planificación, en la que está previsto unificar en menos
centros los servicios de alta cualificación antes citados, los usuarios tendrán
que ser atendidos en hospitales alejados de su domicilio, con los perjuicios de
desplazamiento que eso supone. Al mismo
tiempo, al reducir los servicios, la presión asistencial conducirá a masificar
la demanda de usuarios en los mismos, y, en consecuencia, a aumentar las listas
de espera, con el consiguiente deterioro de la asistencia.
Pero
no sólo los usuarios del área sanitaria que tienen como centro de referencia al
Hospital Universitario de la
Princesa se verán afectados por las medidas aludidas sino
que, y más importante, los parámetros de calidad asistencial se van a ver
drásticamente reducidos, es decir disminuirá notablemente la calidad de las
prestaciones sanitarias que hasta ahora distinguían a la sanidad madrileña. Y como la citada reestructuración afecta a
toda la Comunidad ,
los millones de ciudadanos que la habitan sufrirán las mismas consecuencias.
Se
trata, en definitiva, de una premeditada y nueva muestra más de que se están
adoptando las políticas neoliberales que conducen a desmantelar el Estado de
Bienestar. Un logro, éste, que tantos sacrificios de toda índole han costado
ponerlo en marcha durante décadas, un logro que ha sido promotor de indudables
beneficios para la sociedad en general y que puede desaparecer si los
ciudadanos que de él obtienen provecho no reaccionan con prontitud. No se puede
olvidar que, hace ahora 30 años, la política neoliberal del Gobierno que
presidía la Sra.
Thatcher ya asentó un terrible golpe al modelo sanitario de
su país, que era causa de imitación por aquél entonces, y del que todavía no se
ha recuperado, por la pérdida de calidad sanitaria que ocasionó y por el
elevado coste económico que significó alcanzar los indicadores sanitarios
dañados.
Por
otro lado, en el escenario en el que nos encontramos, la dimensión humana e
intelectual del médico no puede alcanzar plenitud integral sin la función complementaria
que representa el objetivo de su misión: el enfermo, y por tanto también las
circunstancias de los usuarios.
En
este sentido, la adaptación de los derechos humanos a las diferentes
legislaciones tiene connotaciones económicas y políticas mediante la aplicación
de medidas de utilidad pública, con trasfondo ético, encaminadas a proporcionar
la mayor cobertura al mayor número de ciudadanos por medio de un sistema
redistributivo justo, es decir, justicia social, la ética utilitarista, que
tiene mucho que ver con la concepción del estado benefactor.
Todo
ello es lo que ahora está en peligro y los ciudadanos madrileños deben de ser
conscientes de que con estas medidas se pone en riesgo su salud, porque desde
1946, la Organización
Mundial de la Salud
define a ésta como un estado de perfecto bienestar físico, mental y social, y
no solamente por la ausencia de afecciones o enfermedades.
Hace
algún tiempo observé un cartel, colgado de la verja de entrada al patio de la Asamblea Nacional
francesa, en el que figuraban fotografías de personajes de diversa procedencia
que sufrían represalias de diferente índole junto a un letrero que decía: la
indiferencia pesa más que las cadenas.
No
podemos permanecer indiferentes ante la permanente situación de acoso a la que
se está sometiendo a la sociedad. Los
médicos, las sociedades científicas, la sociedad en general, tienen que poner
coto a esas cosas. No podemos, por lo tanto, mirar para otro lado y decir luego
que esto no va con nosotros, que son los gobiernos, los partidos, los
políticos, los que deben encarar estos problemas. Somos nosotros, individual y
colectivamente, los corresponsables de tal situación.
Tan
es así que el artículo sexto del Código de Ética y Deontología Médica de la Organización Médica
Colegial de España dice que el médico ha de ser consciente de sus deberes
profesionales para con la
Comunidad. Y más abajo: que están obligados a denunciar las
deficiencias, en tanto puedan afectar a la correcta atención de los pacientes.
Pues
bien, de una forma exigente, los médicos están obligados a velar por los
intereses sanitarios de la ciudadanía en general. Y es, en esta última
instancia, en la que es preciso hacer hincapié por las circunstancias
sociopolíticas que vivimos. Al médico le han sido asignados, más bien
intrínsecamente adquiere, determinados papeles de carácter deontológico y teleológico,
unos valores morales que le confieren indudable protagonismo y, así mismo, alto
grado de compromiso y responsabilidad.
Tengo
la creencia que estamos viviendo un ciclo prolongado de degradación político
social. Hace ya algún tiempo vengo observando, también denunciando, que existe
una tendencia en buena parte de la sociedad a tirar balones fuera y culpar a
otros de la precariedad del presente, en general a los que tienen
responsabilidades de gestión de la cosa pública. Sin embargo, a mi entender,
los políticos no son otra cosa que la parte emergente de la sociedad en la que
desarrollan su actividad; en la que se pueden apreciar fenómenos de
retroalimentación entre ambas formaciones.
Vivimos
en un excepcional momento histórico, de profundas transformaciones y, a su vez,
de elevada incertidumbre, en un mundo en crisis donde los modelos conceptuales,
las viejas certezas, los valores, están siendo remplazados por otros, donde los
paradigmas deben ser revisados y donde el compromiso personal y colectivo
adquiere una dimensión acentuada.
Cómo
es posible que se nos diga que como consecuencia del desastre económico
generado por los desajustes financieros, por ser benévolo con esa apreciación,
el presupuesto en Sanidad caerá entre el 6.5 a 7% mientras miles de millones de euros se
están invirtiendo en Bankia para sacarla adelante, cuando ese dinero sale, de
nuevo, de los impuestos que paga la ciudadanía: precisamente la menos adinerada
y que demanda mayor atención sanitaria.
Hay
sobrada información, avalada por prestigiosos economistas, que viene a decir
que no es verdad que las medidas que se están tomando sean la forma de salir de
la crisis. Y en esa tesitura, es preciso reaccionar.
Y
cómo hacerlo. Ante todo, retirar la confianza, a través del voto, a aquellos
que están traicionando sus programas electorales. Pero hasta que eso llegue se
me ocurre que existen diversas formas de llevarlo a cabo y que han probado su
eficacia en situaciones semejantes: la movilización ciudadana. Por un lado, con
la creación de grupos de trabajo multidisciplinares, con participación de todos
los estamentos sociales, que analicen concienzudamente los efectos devastadores
que están ocasionando estas estrategias y el modo de corregirlos. Con la
recogida de firmas de protesta a través de las diferentes instancias o
asociaciones ciudadanas y profesionales actuales o por crear, en los barrios o
asociaciones de vecinos. Y sobre todo, salir a la calle a defender los derechos
sociales tan trabajosamente alcanzados y que, al mismo tiempo, están siendo
progresivamente laminados por las políticas emprendidas desde dentro y desde
fuera de nuestro país.
Decía
recientemente el Jefe del Estado que, ante la que está cayendo, es preciso
ponerse el cuchillo entre los dientes. Curiosamente, es lo que también vengo
proponiendo desde hace tiempo: quitárselo a los que hasta ahora lo han empleado
para rebanar los derechos sociales y colocarlo entre los dientes de la ciudadanía
movilizada. Porque no desearía que pueda suceder aquello que, como de forma
magistral y con apasionado sentimiento, describe Rubén Darío en Cantos de vida
y esperanza: ¿Callaremos ahora para llorar después?
Lorenzo
Fernández Fau
(Ex Jefe de Servicio de Cirugía Torácica del Hospital
Universitario de la
Princesa. Ex Presidente de la Sociedad Española
de Neumología y Cirugía Torácica.)
Tal como dice el Dr. Fernandez Fau en su articulo (Con el cuchillo entre los dientes) que suscribo punto por punto, hemos de ser la sociedad civil la que nos movilicemos hasta el ultimo extremo, sin ninguna violencia, pare evitar que los recortes sociales no se nos quiten ni se menoscaben pues como bien dice Lorenzo en su artículo nos han costado muchos esfuerzos conseguir. Creo que TODOS debemos poner nuestro grano de arena para que a nuestros políticos , sean del signo que sean, les llegue alto y claro la voz de la ciudadanía en favor de los derechos sociales logrados hasta ahora.
ResponderEliminarJose Gallardo
Neumólogo
Gudalajara