viernes, 13 de julio de 2012

Situar la cuestión ecológica en la centralidad política


Situar la cuestión ecológica en la centralidad política
Es necesario ubicar políticamente la cuestión ecológica en el lugar princi­pal que le corresponde de la centralidad política. Esta afirmación no responde a un planteamiento estrictamente conservacionista. La evolución lógica e inevitable de un sistema productivo “ecocida” y depredador de recursos naturales y sus consecuencias para la vida del planeta ha llevado a la contradicción capital-naturaleza a unos niveles de la misma importancia como la que, desde sus inicios, mantiene el conflicto capital-trabajo; contradicciones ambas que no podemos desligar, ni analizar y menos resolver de forma independiente.
Como regla general, pero en una situación de crisis de manera muy particular, el capitalismo se ajusta por la parte más débil de la contradicción, y esa ha sido, está siendo, junto con los trabajadores, en estos momentos con una capacidad política de respuesta limitada, e incluso débil; la silenciosa, aunque a veces violenta en su respuesta, naturaleza.
A la explotación la­boral se une desde siempre, pero hoy de forma extremadamente grave la explotación, hasta esquilmarlos, de los recursos naturales; desde los combustibles de origen fósil, hasta la biodiversidad, a la que destruye o de la que se apropia; pasando por la ocupación del suelo y del territorio. En definitiva, una explotación ecológica, que resta calidad de vida, afecta a los equilibrios natura­les y pone en peligro la salud de los habitantes del planeta y al propio planeta. Entre la explotación del trabajo y la de la explotación de los recursos del planeta y consiguiente destrucción de la naturaleza por parte del capital, existe mucho más que una analogía; es más bien una identidad de procesos.

Un análisis incluso superficial de la relación entre naturaleza y capitalismo identifica una contradicción básica; ambos se niegan frontalmente. Adonde se extiende este sistema productivo, la población y la naturaleza pagan las consecuencias, y la preocupación ecológica pasa a un segundo plano o desaparece. Incluso, si el capital, como está ocurriendo desde hace un par de decenios, parece asumir el discurso ecológico, inevitablemente éste queda supeditado a su lógica, desvirtuándolo y sometiéndole a la lógica de la acumulación, cuya evolución no sólo no tiene más remedio que dominar la naturaleza, sino arrancar de ella todo lo que pueda, depredándola.
En momentos de crisis larga y profunda, cuando las condiciones de vida de la población se deterioran, cuando el ataque a las conquistas de los trabajadores avanza, cuando los servicios y los bienes públicos son apropiados por el capital, en la búsqueda de salidas, incluso sociales y buscando un nuevo modelo productivo en muchos casos denominado “verde”; desde la izquierda, se corre riesgo tanto de adoptar políticas keynesianas, como el de dejar en segundo plano, o poniéndola al servicio de la acumulación capitalista (capitalismo verde), la cuestión ecológica.
Pero considerando de manera conjunta las cuestiones socioeconómicas y las ambientales de la actual situación de crisis, se constata que estamos en un periodo económico y de retroceso social sin parangón en la historia del capitalismo y un estado de emergencia ecológica sin equivalente en la historia de la humanidad. Y la combinación de esas dos dimensiones de la crisis es determinante, descalificando cualquier posicionamiento político de salida de la crisis -que sea digna de tal nombre- que no ofrezca un profundo cuestionamiento del actual modelo de producción y por lo tanto de la relación, el metabolismo, entre el hombre y la naturaleza.
España no es diferente, pero tiene unas particularidades que hacen que la degradación ambiental sea mayor que en otros países de nuestro entorno. Desde hace décadas, incluso ya desde el franquismo, pero profundizándose con la crisis, el modelo económico que se ha configurado es el asentado en la construcción, los servicios y una productividad basada en los bajos salarios. Modelo de crecimiento que ha producido concentración de riqueza y renta; degradación de las condiciones de vida y de trabajo de las mayorías sociales y la esquilmación de recursos no renovables y la depredación de bienes comunes.
La unidad de las grandes constructoras y capital financiero, apoyada políticamente por los gobiernos de los partidos que representan sus intereses –PP, PSOE, CiU, CC, etc…- han forjado un modelo económico y social que no sólo es incompatible con nuestro medio natural, si no que ha generado uno de los mayores desastres ambientales en la historia reciente de España. Modelo que ha demostrado que la lógica del beneficio empresarial y la acumulación del capital es incompatible con la conservación de nuestro medio natural.
La crisis aparentemente ha ralentizado este proceso. Sin embargo, igual que sucedió en los principios de los 80, tras la crisis inmobiliaria de los años setenta y en los últimos noventa, después de la crisis de los primeros noventa, cuando se modificaron leyes del suelo, de alquileres, reformas laborales y otras para preparar el despegue del sector inmobiliario y constructor y la financiarización de la economía; todo está indicando que en estos momentos se está procediendo a una profunda reorganización de nuestra legislación para profundizar en este antisocial y ecológicamente depredador modelo.
A modo de conclusión
Por tanto, es necesario situar la ecología en la centralidad del proyecto político y por tanto del nuevo modelo productivo que se quiere plantear ya que desde el punto de vista estratégico entre la explotación por el capital de la fuerza del trabajo y la destrucción de la naturaleza existe mucho más que una analogía; es una identidad de procesos, e incluso podríamos decir que es el mismo proceso; ya que es tan absurdo plantear que un modo de producción basado en la “ley del valor” pueda funcionar sin saquear los recursos naturales es tan absurdo como pensar que puede dejar de explotar la fuerza del trabajo.
No se trata de que Izquierda Unida se convierta en un “partido verde”. Nada más lejos de la realidad ni de nuestras intenciones, ya que Izquierda Unida debe seguir siendo un movimiento político y social (y lo social engloba lo ecológico). Lo que aquí planteamos es avanzar por el camino, recién iniciado, de “ecologizar” las luchas sociales y de socializar y politizar las luchas ecológicas; o lo que es lo mismo, no hay proyecto transformador que merezca tal nombre si no tiene en cuenta los límites que impone la naturaleza.
La defensa de las mayorías sociales y la defensa de la naturaleza y de la vida es lo mismo, una sin la otra y la otra sin la una se quedan incompletas y son insuficientes. Ello debe ser una tarea fundamental de una fuerza política y social con voluntad transformadora que una apuesta clara para reorganizar en un sentido ecológico y social las estructuras económicas hoy dominantes, así como unos modos de vida y de consumo incompatibles, no sólo con el bienestar de las clases trabajadoras, sino también con la perpetuación de la vida en el planeta.
Lo que planteamos es situar nuestro modelo productivo y, en definitiva nuestro modelo de sociedad, en base a la resolución de las dos contradicciones fundamentales del actual modo de producción: la del capital trabajo y la del capital naturaleza. Dos contradicciones que en realidad, son la misma y que hay que resolver mediante programas y reivindicaciones, mediante estrategias y tácticas, mediante formas de organización, para conseguir que la perspectiva ecológica se integre en la lucha política y social y viceversa, que ésta lo haga en una perspectiva ecológica global.  Y es en este punto en el que se plantean un gran número de problemas complicados que estas líneas no tienen la ambición de abordar, y aún menos de resolver.
José Ramón Mendoza. Julio de 2012.

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