viernes, 8 de junio de 2012

Izquierda sin utopías


Izquierda sin utopías
Por una izquierda radical y viable, valga la redundancia


Existe hoy una corriente de opinión que tiende a explicar los fracasos de la izquierda por su abandono de ideales utópicos. Desde la derecha la cosa suele verse más bien al revés, considerando que toda izquierda es utópica y por ello abocada al fracaso. ¿Con qué criterios podemos juzgar estas posturas?

El término “utopía” nos viene de la obra publicada en el siglo XVI por Tomás Moro describiendo su particular visión de una sociedad perfecta. En griego utopía significa “en ningún sitio”, de manera que, juntando ambos significados, se trata de una sociedad supuestamente perfecta que no existe en ninguna parte. ¿Tiene la izquierda que abrigar utopías?

Empecemos por plantear qué es la izquierda. Creo que, al menos desde finales del XVIII con la Revolución Francesa, el sentido más útil del término “izquierda” se refiere al compromiso político y social por avanzar hacia mayores cotas de libertad, igualdad y solidaridad. ¿Mayores qué cuáles? Mayores, obviamente, que las que existan en el tiempo y el lugar de que se trate. No creo en visiones platónicas de sociedades perfectas porque las sociedades reales son demasiado complicadas para poder definir de manera absoluta esa perfección y, en cualquier caso, somos los ciudadanos los que tenemos que decidir en cada momento los aspectos que deseamos para la sociedad en que vivimos.

La izquierda que postulo tiene, por tanto, un carácter relativo. Relativo a la situación aquí y ahora, ante la que hay que proponer objetivos coordinados en proyectos, necesariamente dinámicos según evolucionen las situaciones reales. Ciertamente un proyecto deja de serlo si llega a cumplirse, pero llamarlo utopía por no existir ahora en ningún sitio es una tautología completamente inútil para definirlo.

Temo que hay en todo esto cierta confusión entre utopía y radicalidad. El término “radical” está siendo empleado por los enemigos de la izquierda, y asumido a veces por parte de ésta, como un improperio asociado a exageración o violencia. Me parece imprescindible defender en el terreno ideológico y cultural el significado original de esta palabra, que no es otro que el que Marx definía afirmando que “ser radical es ir a la raíz de las cosas”. Lo radical se contrapone así a lo que se va por las ramas. Las desigualdades en salarios y rentas son coyunturales, y su raíz está en la desigualdad en el control de los activos económicos. Cualquier libertad es superficial si carece de los medios para ejercerse. La ayuda a los desfavorecidos es caridad accidental si no llega a constituir derechos generales de asistencia. Y así con tantos otros aspectos que permiten distinguir, en la teoría y en la práctica, entre izquierdas coyunturales y radicales.

Pero no es ni será nunca radical, porque no podrá ir a las raíces de los problemas, ningún proyecto que no sea consistente con los medios adecuados para realizarlo. Un proyecto de izquierda radical tiene que proponer pasos que se demuestren eficaces y posibles, y convencer de ello a una base social amplia. La viabilidad es una condición necesaria, aunque no suficiente, para la radicalidad.

Manolo Gamella
Marzo de 2012

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