jueves, 22 de octubre de 2015

Convergencias y confluencias, por Manolo Gamella

Convergencias y confluencias

Los términos “convergencia” y “confluencia” aparecen ahora como esenciales para la “nueva política”, pero ¿a qué responden? ¿de qué estamos hablando?

El malestar general (la “indignación”) ante las consecuencias de la crisis económica y de las políticas con que los gobiernos del PSOE y del PP la han manejado, ha alimentado un importante descrédito de los partidos, incrementado además por una creciente sensibilidad social ante casos de corrupción institucional no especialmente novedosos, pero más fácilmente relegados en tiempos de mayor prosperidad. La nueva situación ha dado auge a la propuesta, tampoco nueva, de encontrar alternativas en una confluencia ciudadana que lleve a formas de “unidad popular” planteadas como superación de la democracia representativa. Sin embargo los intereses y pensamientos de los ciudadanos son siempre múltiples y a menudo contradictorios, y los partidos surgieron con las democracias modernas precisamente como forma de representar esa pluralidad agrupando según afinidades básicas para poder actuar.

En esta situación uso de las palabras “convergencia” y “confluencia” se ha convertido habitualmente en un eslogan en el que se mezclan aspectos que una política de izquierda debería claramente distinguir:

  • El primer ámbito fundamental de convergencia política es la que tiene que darse en organizaciones estructuradas democráticamente para ser eficaces en defensa de proyectos políticos que expresen el conjunto de aspiraciones fundamentales de amplios segmentos de la población, las que históricamente se han llamado partidos. Un partido de izquierda radical (la que atiende a las raíces de las desigualdades y no sólo a sus manifestaciones) debe hacer confluir objetivos comunes de los trabajadores y de los que quienes junto a ellos pretenden una sociedad más justa.
  • Otros ámbitos de convergencia tienen que coordinarse entre el partido político y el conjunto de organizaciones y movimientos que en una sociedad abierta expresan aspectos específicos de interés para diversos grupos sociales. Para una izquierda radical el principal de estos ámbitos es el sindical que atiende a los intereses laborales de los trabajadores, pero junto a éste hay que considerar múltiples ámbitos parciales en torno a temas vecinales, ambientales, de vivienda, de consumo, de asistencia social, de cooperación, de relaciones familiares o de género, y muchos otros. Un partido político necesita implicarse con su participación activa en todos estos ámbitos, recogiendo de ellos la realidad de los problemas concretos y llevando a ellos propuestas coherentes y elaboradas. Esta implicación requiere respetar su independencia, pero al mismo tiempo mantener la independencia propia imprescindible para no quedar sometido a los vaivenes de intereses circunstanciales o contradictorios.
  • A un nivel político diferente están las confluencias con otros partidos con fines electorales o para la formación de gobiernos de progreso. Las coaliciones electorales pueden ser una necesidad, dadas las fuerzas existentes y los obstáculos del sistema electoral, pero una izquierda radical tiene que tender construir una opción propia, unificada y reconocible. Por otra parte, las participaciones en gobiernos de coalición, o el apoyo condicionado a otros, pueden ser, cuando así lo indican las relaciones de fuerza expresadas por los resultados electorales, la mejor posibilidad de dar pasos reales hacia los objetivos de izquierda y crecer en capacidad de acción, siempre que no se corten con ello las vías de avance futuras.
La confusión entre estas formas de convergencia o, aún más, su sustitución por lo que algunos llaman “significantes vacíos”, abiertos a cualquier oportunismo en aras de una imaginaria unidad popular, de los ciudadanos, de “los de abajo” o del 99%, hacen estériles para la izquierda radical las ilusiones de cambio.

Manolo Gamella

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