jueves, 24 de enero de 2013

“Desarrollo sostenible” (yII): una contradicción similar a la de “ser vivo inmortal”. por


“Desarrollo sostenible":
una contradicción similar a la de “ser vivo inmortal” (yII).


Romper con todo lo anterior
Hay que romper con la indefinición intencionada del concepto de desarrollo sostenible. Si por desarrollo se entiende el crecimiento permanente de algo físico o una aceleración sostenida por una fuerza constante, es seguro que no puede ser viable a largo plazo en el mundo físico, ya que se está eludiendo una verdad incontestable: el sistema económico es un subsistema que debe convivir dentro de la capacidad del sistema ecológico y la acumulación de capital se produce en contextos históricos, geográficos y espaciales. En tal caso el de desarrollo sostenible es una combinación de términos contradictorios o incongruentes entre sí, contradicción similar a la que supondría, por ejemplo, “ser vivo inmortal”.
Esa constante y generalizada referencia a la sostenibilidad por parte de empresas, organizaciones políticas de derechas y de izquierdas, de sindicatos y organizaciones empresariales e, incluso de organizaciones conservacionistas, está sirviendo para ocultar las contradicciones que el “desarrollo” basado en el crecimiento sin límites supone para el entorno natural ya que dese esas esferas no se cuestiona un modelo de producción que implica unas tendencias de desarrollo que solamente pueden tener continuidad a costa de generar unos daños ambientales que pagan principalmente las poblaciones más desfavorecidas, tanto del “centro” como de la “periferia” del sistema; que conducen al desastre ecológico y que por lo tanto, son inaceptables para la humanidad y el planeta.
Para que el término “desarrollo sostenible” no sea contradictorio en si mismo, tenemos que utilizar la idea de sostenibilidad como la política que debemos aplicar para evitar la degradación del patrimonio natural y construido entendido en términos físicos, contraponiéndola a la que valora la pérdida o degradación de patrimonio solamente en términos monetarios. Tenemos que hablar de una filosofía y de una política económica diferente.
Ello es posible si por sostenible no se entiende la vaciedad de la que hemos hablado, sino políticas tendentes a asegurar el que las generaciones futuras puedan vivir dignamente en este planeta frente a un modo de legitimar la continuidad del actual modelo de desarrollo y la acumulación futura de capital.

Hay por tanto, que extender, especialmente entre la izquierda, la certeza de que la idea de “desarrollo sostenible”, tal como se expresa en el “Informe Brundtland”, que  es la que se propone desde la perspectiva del capital no constituye realmente una meta posible de lograr en el actual estadío de desarrollo del sistema, si no que realmente es una estrategia para proseguir con la acumulación,  ya que ni siquiera se plantea el supuesto de que la crisis ecológica se debe en gran medida a la ambigüedad de los derechos de propiedad sobre el suelo y los recursos naturales que el capitalismo ha creado en su favor; al mismo tiempo que no solamente no estimula, sino que tiende a anular el papel del Estado en la resolución de la crisis ecológica.
Solamente añadir que, como dice Ernest García “el balance de dos décadas de desarrollo sostenible no es para lanzar las campanas al vuelo. Se ha hablado mucho de él, pero aún no se sabe bien que significa y menos todavía como medirlo. Las sociedades contemporáneas no muestran síntomas de la anunciada transición a un caminar más ligereo sobre el planeta pero, en cambio, si abundan las señales de que la era expansiva del productivismo está topando ya con sus límites históricos”. (¿Se hablará de sustentabilidad después del desarrollo? (Ernest García. Dpt. Sociología i Antropología Social. Universitat de Valencia)
Otra visión de la sostenibilidad                                                             
La sostenibilidad, el desarrollo sostenible deben pasar a ser definidos, junto con el progreso -entendido este en el sentido de avanzar por el camino de la emancipación de los seres humanos-, como unos de los pilares para construir un modelo de desarrollo que al mismo tiempo que igualitario y emancipador, tenga un consumo material y energético, así como una producción de residuos que ni uno ni otro superen la capacidad de carga de los ecosistemas y, por lo tanto, “no comprometa (ahora de verdad) la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades” o, con otras palabras sea “condición inalienable para la existencia y reproducción de la cadena de generaciones humanas”.
Ello implica, por una parte, una visión global e integrada del actual modelo de producción y, por otra, un cambio de  orientación en el “como”, “cuanto”, “para qué” y “para quienes” se ha de producir en el futuro; cambio de orientación y de lógica productiva, económica y social que no puede quedarse ahí, sino que debe ir acompañada en el presente, en los momentos actuales, por un compromiso social y político/institucional para que las actuaciones y proyectos sean inequívocamente favorables a esa sostenibilidad, ese auténtico  “desarrollo sostenible”, no se obtiene por si sólo, sino que hay que arrancar al Estado que representa los intereses de las clases dominantes algo que, al igual que históricamente ha sucedido, y sigue sucediendo, con la conquista de los derechos sociales, políticos y laborales.
Pero hay que ser realistas y ser conscientes de que estamos aún en su comienzo y los inicios de camino son siempre inciertos difíciles y, porque no decirlo, audaces.


José Ramón Mendoza

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