viernes, 12 de octubre de 2012

"Las vías de la política", por Manolo Gamella


Las vías de la política

En un sistema democrático como el nuestro, debería ser obvio que la principal vía de participación política son las elecciones para escoger a los representantes de los ciudadanos. De ahí surgen las leyes y la gestión de lo público. Sin embargo los fracasos y los costes sociales de las políticas aplicadas ante la crisis económica, tanto por el gobierno del PSOE como del PP, están propiciando, ya sea de modo espontáneo o provocado, un creciente descrédito de la política representativa.

Es verdad que nuestras instituciones democráticas muestran evidentes deficiencias, empezando por el propio sistema electoral. Pero cuidado con las “soluciones” fáciles y demagógicas que favorezcan a los intereses locales frente a proyectos generales, o a personalismos apoyados por el dinero y por los medios de comunicación. No hay alternativas válidas a la existencia de partidos que respondan de sus propuestas ante los electores. Lo esencial es mejorar su funcionamiento, promoviendo, incluso legalmente, buenas formas de participación democrática de miles de ciudadanos a través de ellos.

Es verdad también que entre los políticos se dan con frecuencia casos de corrupción o, al menos, de privilegio. Estos escándalos son aún más graves por la desmoralización que provocan que por sus costes inmediatos. No se trata de una “clase”, como se dice a menudo, porque poco tienen que ver, por ejemplo, la posición social de un concejal de pueblo con la de un alto cargo, pero se hace necesario que los ciudadanos seamos capaces de castigar con nuestro voto, no sólo a los partidos que mantienen estos abusos, sino a los que con sus políticas sostienen intereses privados frente a los públicos.

Claro está que los procesos electorales no son la única forma de actuación política. La participación a través de sindicatos, ONGs, asambleas, manifestaciones o huelgas constituye sin duda un complemento necesario de la democracia representativa, al menos por tres razones importantes. Por una parte, permite abordar y alcanzar objetivos puntuales concretos, como reivindicaciones sindicales o vecinales. Por otra, establece vías para que muchos ciudadanos adquieran conciencia de los problemas y de las posibles soluciones, y superen la desinformación, el aislamiento y la desmoralización. Y además supone una presión real sobre los gobiernos, que pueden ver así disputados sus apoyos sociales y electorales.

Sin embargo, desde la izquierda radical, es ilusorio creer que si no conseguimos, por convicción, el mínimo compromiso del voto secreto de suficientes ciudadanos, vamos a encontrar un apoyo social mayor en estas otras actuaciones, que siempre implican más esfuerzos y dificultades.

Sería también un espejismo pensar que sobre estas vías puede constituirse una supuesta “democracia directa”, basada sólo en los ciudadanos más disponibles o motivados. Una vez más: no hay atajos.

Manolo Gamella

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